¿Pará qué sirve el fin del mundo?

Hemos llegado. Parece que el fin del mundo está aquí. Me imagino una semana de especial ajetreo en los centros de salud y los servicios de urgencias. Pequeñas sensaciones de ahogo, presión en el pecho, pérdida de apetito o ataques de ansiedad ante la perspectiva infame que nos deja una caprichosa conjunción de planetas.
Puedo imaginar las iglesias y confesionarios más concurridos que nunca, llenos de personas buscando la absolución y el alivio de saberse en paz y de tener un rincón reservado en su cielo.
Puedo imaginar millones de parejas y de amantes a la vez prometiéndose a cada hora amor eterno y sus camas llenas de besos, de palabras y de pasión como nunca antes se había visto. Incluso puedo imaginar un pequeño repunte de la natalidad nueve meses después de haberse amado sin condiciones, sin barreras, sin miedo ante la perspectiva de un futuro embarazado, ahora imposible; o por el despecho y la valentía de algunas mujeres de enfrentarse a este fin de la vida creando una nueva en el universo de sus entrañas. Secreta venganza.

Como parece ser que hoy (17/12/12) más que nunca es verdad eso de que nos quedan cuatro telediarios, creo que lo mejor sería mirar de frente y actuar. O al menos preguntarnos y completar esta frase: “Antes de morir me gustaría,…”

Y si sobrevives a la fecha maldita, la euforia no debiera hacerte olvidar que el fin de tu mundo sigue al acecho y que aunque debieras de vivir cada día con la frescura y el alivio del que siente que él mismo y las personas que quiere son inmortales, no deberías dejar de vivir con la decisión, la sensatez y la valentía del que sabe que algún día será el último. Y quizás te des cuenta de que, si no te has puesto manos a la obra, aún te queden por hacer demasiadas cosas importantes para las que algún día tal vez ya no te quedará tiempo.

Eso es lo que hizo la artista Candy Chang. En su barrio de Nueva Orleáns, transformó una casa abandonada en una pizarra gigante pidiendo completar la frase: ‘Antes de morir quiero…’. Una historia poderosa que además nos habla del poder de nuestros espacios públicos y todo el potencial de inspiración e innovación que tienen la empatía y el con-sentir a nuestros vecinos, de lo bueno de escucharlos y de caminar por unos instantes en sus zapatos.

‘Before I die I want to…’
¿Cuál es tu respuesta?

Inteligencia emocional: el tiempo de las emociones

Vivimos en la era de lo emocional: la inteligencia emocional, el liderazgo emocional, la educación emocional y hasta la economía emocional. Elige una disciplina, ponle el apellido emocional y empieza a divagar.

Lo emocional está de moda y supone una (r)evolución respecto a lo intelectual, lo cognitivo o lo racional que ha estado en el punto de mira de las ciencias durante mucho tiempo.

Una mirada emocional del individuo que supone un importante avance al destacar una dimensión demasiado olvidada de la persona. Aún así, esta mirada emocional, siendo positiva, puede acarrear ciertos riesgos:

Reducir la visión de la persona a sólo dos dimensiones (pensamiento –– emoción) olvidando otras dimensiones que conforman su biografía.
Centrar la atención en las emociones positivas ignorando la función de las emociones negativas.

Citas de famosos, títulos de libros, titulares de prensa, reflexiones grandilocuentes de ‘gurús de la vida’ y psicólogos de palabra fácil, entre otros, nos exhortan a vivir sin miedo, a no preocuparnos, a aprender a vivir sin sufrimiento, todo con tal de superar el dolor, el miedo, la ira o la tristeza.

Vivimos en el tiempo de las emociones, ¿pero de todas las emociones? De tanto afirmar “don’t worry, be happy”, es posible que nos estemos olvidando de las emociones negativas, de esas emociones que nos hacen sufrir y que parece que muy pocos se ocupan de entender; de esas emociones negativas que tienen su función, que sirven para algo y que están ahí para ayudarnos.

¿Para qué sirve el miedo?: nos avisa de un peligro (real o imaginario). ¿Qué hacemos?: dirigimos toda la atención al peligro (bloqueo mental y/o anclaje cognitivo) y procuramos evitar o escapar de la situación. Pura supervivencia.

¿Para qué sirve la tristeza?: nos avisa de una pérdida (objetiva o subjetiva). ¿Qué hacemos?: desplegamos una intensa actividad mental (no paramos de darle vueltas a la cabeza) y reducimos la actividad conductual (no hacemos nada). Necesitamos comprender el significado de la pérdida y no nos ponemos en marcha hasta conseguir adaptarnos a esta situación.

¿Para qué sirve la ira, el enfado, el enojo?: nos avisa de que alguien está superando los límites y se intenta aprovechar de nosotros. ¿Qué hacemos?: desplegamos una intensa actividad mental y ponemos en marcha una serie de conductas de defensa y/o ataque. Necesitamos pensar cómo “parar los pies” a quien ha sobrepasado la línea y dejarle claro dónde está el límite.

Parece entonces que las emociones negativas son útiles, tienen una función. Otra cosa es que si perdemos el control sobre ellas se conviertan en patológicas: que la tristeza se convierta en depresión, que el miedo se convierta en un trastorno de ansiedad o que el enfado se convierta en una pérdida del control de nuestro comportamiento traduciéndose en violencia o maltrato; pero ese ya es otro tema.

Si tienes miedo, atiende a tu miedo, protégete y actúa (con o sin miedo), pero actúa.
Si estás enfadado, atiende a tu ira, enfádate, pero construyendo no destruyendo.
Si estas triste, atiende a tu pena, acostúmbrate a la pérdida pero no pierdas más cosas, recupera el valor de lo perdido encontrándolo en otro sitio.

Si de verdad crees que la dimensión emocional de la persona es importante – yo lo creo – desarróllala, pero no evites ni niegues una parte de las emociones. Es lógico que no quieras sufrir, pero es inútil e incluso contraproducente, no escuchar a tu sufrimiento, éste te dice en cada momento qué tienes que hacer. Ésa es su función.

Estar motivado no es igual que estar sediento

No es lo mismo levantarte para beber un vaso de agua porque estás sediento que ponerte frente a un libro de texto para estudiar porque estás motivado.
No es lo mismo buscar un restaurante bueno, bonito y barato para comer porque tienes hambre que sentarte frente al ordenador a realizar el informe que te ha pedido tu jefe porque estás motivado.
No es lo mismo pasar la tarde en el parque infantil para jugar con tus hijos porque disfrutas estando con ellos que pasar la tarde encerrado haciendo horas extra en la sala de reuniones en la empresa para solucionar un problema porque estás motivado.

No, no es lo mismo.

La razón o el motivo por el cual prefieres pasarte la mañana del sábado tumbado en el sofá sin hacer nada en lugar de salir a hacer un poco de ejercicio físico no es “porque no tienes motivación”.
La razón o el motivo por el cual tu hijo o hija prefiere pasarse la tarde jugando con la videoconsola en lugar de estudiar para el examen de mañana no es “porque no tiene motivación”.
La razón o el motivo por el cual tu compañero de trabajo no realiza con calidad y a tiempo la presentación que tenéis que presentar conjuntamente el viernes no es “porque no tiene motivación”.

No, no es la razón ni el motivo.

La motivación no se tiene o se posee: a más motivación, más y mejor ejecución, a menos motivación, menos y peor ejecución. Si piensas así, ¡ya me dirás como crees que puedes“echar más motivación” en tu vida o en la vida de las personas que te rodean!, ¿Cómo se hace eso?

Si movilizas una serie de recursos y conductas para ponerte frente al libro de texto para estudiar no es porque estés motivado, sino porque o bien tienes muchas ganas de aprender (la curiosidad te supera) o porque no sacar una buena nota en el examen puede acarrearte una serie de consecuencias que no son de tu agrado.

Si movilizas una serie de recursos y conductas para pasar la tarde encerrado en la sala de reuniones haciendo horas extra, no es porque estés motivado, sino porque, o bien si solucionas el problema obtienes un reconocimiento, una recompensa o una satisfacción o porque si no lo haces es posible que tus superiores tomen medidas poco agradables si no consigues la solución.

Si tu hijo o hija se pasa la tarde frente a la videoconsola en lugar de preparar el examen de mañana, no es porque no esté motivado/a, sino porque la satisfacción que le produce hacer lo primero supera con creces hacer lo segundo.

Si tu compañero de trabajo no realiza con calidad y a tiempo la presentación, no es porque no esté motivado, sino porque o no sabe o no le encuentra utilidad o prefiere que lo hagas tú (que generalmente le sacas las castañas del fuego).

Tener hambre o sed, disfrutar, descansar, obtener reconocimiento, ganar un aumento de sueldo, sentirme bien, sacar buenas notas… estos son algunos motivos por los cuales somos capaces de implicarnos en tareas, algunas veces aparentemente arduas o costosas, y dedicar tiempo y esfuerzo para obtener lo que necesito, deseo o me interesa.

Entonces, ¿qué es la motivación?, la motivación no es más que una palabra que describe y resume los esfuerzos que hace una persona para obtener algo, no es la causa de las acciones sino la persistencia de su comportamiento.

La próxima vez que intentes explicar la razón por la cual tú no te pones el chándal para salir a correr, tus hijos no se disponen a estudiar para aprobar el examen, tus compañeros de trabajo no desarrollan su actividad con calidad y precisión o tus alumnos no se comprometen con las tareas que les encomiendas, no pienses que el motivo es que están poco motivados (con la carga de culpa y responsabilidad que eso supone para las personas a las que les exiges motivación), piensa que la razón es que o bien lo que tienen que hacer no les reporta un beneficio, o que otras actividades alternativas son más agradables que las que les propones o simplemente, que lo que les ofreces no les interesa en absoluto.

La próxima vez que quieras iniciar una estrategia motivadora en casa, en el trabajo, en el aula, donde sea; piensa en qué necesitan, desean o le interesa a las personas y diseña el entorno de tal manera que, realizando las conductas que solicitas, puedan obtener aquello que necesitan, desean o les interesa.

El punto de mira de la motivación debe estar en la persona pero los cambios que tú puedes hacer están en el entorno. No puedes cambiar a la persona, pero sí puedes modificar el contexto. Por ello, te recomendamos que te conviertas en un señalizador de comportamientos (arquitecto de contextos) y en un administrador de consecuencias.

Y recuerda, estar motivado no es lo mismo que estar sediento.

Arquitectos de contextos. Acting in context

“El poder está en ti”, “La vida es 10% lo que te pasa y 90% lo que haces con lo que te pasa”, “no hay problemas, hay desafíos”, “no has fracasado, ahora tienes más experiencia”, “si la vida te da limones, haz limonada”, “deja que tus ilusiones sean más grandes que tu temor”… Estas son algunas de las consignas a las que cada vez estamos más expuestos y que nos dicen algo así como que si no puedes cambiar tu entorno, cambia tú.

Son consignas que tienen un gran poder motivador para muchas personas que las usan como pensamientos inspiradores que les ayudan a gestionar su cambio y su desarrollo personal y/o profesional y, como tales, tienen el poder que tienen. Ahora bien, una cosa es una frase sesuda, inspiradora y motivante y otra es basar todo un proceso de cambio en ella o en las premisas en las que se sustenta.

Las ciencias del comportamiento nos indican claramente que la conducta está en función de las consecuencias que se obtienen al emitirla y también está en función del contexto en el que se desarrolla y que sirve como señalizador para activar o desactivar un comportamiento determinado.

Todos tenemos la experiencia de comportarnos de manera muy diferente según la situación en la que nos encontremos. Unos ambientes nos estimulan y sacan lo mejor de nosotros, otros ambientes nos anulan y nos llevan al más profundo abatimiento; unos escenarios nos facilitan el trabajo haciéndonos disfrutar con él, otros escenarios nos dificultan la tarea, haciéndonos sufrir con ella. Nosotros seguimos siendo los mismos, pero nuestro comportamiento puede variar radicalmente en función del contexto. Entonces, ¿qué nos queda? ¿Resignarnos a dejarnos llevar por dichos contextos o cambiar la actitud? Sin duda, el cambio de actitud, la potenciación de las competencias personales, el cambio individual es necesario, pero no suficiente. Probablemente, sea más barato suministrar unas consignas a la persona del tipo “si tú quieres, tú puedes” que modificar el ambiente, pero seguramente también sea una forma poco radical de facilitar los cambios.

Queremos fomentar un ambiente colaborativo en el aula, pero seguimos distribuyendo las sillas en un formato clásico (todas mirando el profesor). Queremos generar un ambiente creativo en la oficina, pero el ambiente que nos rodea está lleno de reglas, normas y procedimientos. Queremos potenciar una cultura del aprendizaje, de la formación continua, de la innovación social, pero no proporcionamos espacios, herramientas, tecnología o métodos que permitan la experimentación, el ensayo y error, el cambio. Y así podríamos encontrar cientos de ejemplos en los que está muy bien decir que si quieres puedes, pero nos olvidamos de generar ambientes que faciliten ese poder.

Toda conducta individual se da en un contexto físico, personal y social que incrementa o disminuye la probabilidad de que aparezca dicha conducta. Ciertos contextos incrementan la probabilidad de que aparezcan ciertos comportamientos, mientras que esos mismos contextos podrían indicar la ausencia o baja probabilidad de aparición de otros comportamientos.

El contexto se convierte en un potente estímulo si se gestiona bien pero también se puede convertir en un fuerte elemento desmotivador, en el sentido de que en lugar de invitar a la acción, promueva la inactividad y las pocas ganas de hacer cosas.

Intervenir sobre el contexto es una primera medida higiénica que ayuda a provocar respuestas, que facilita el inicio de conductas y que genera señales para la acción.

Quienes tienen que liderar equipos de personas: jefes de grupo, directivos, mandos intermedios, docentes, padres y madres, responsables, etc. tienen como misión prioritaria diseñar ambientes facilitadores de las conductas que quieran estimular. Dedicar tiempo a generar un adecuado y agradable ambiente físico, personal y social va a ayudar a obtener mayores beneficios para el grupo y cualquier intervención que tenga que ver con la potenciación de competencias será mucho más viable y sostenible.

Dedica tiempo, pues, a generar un adecuado y agradable ambiente físico, personal y social y verás como es más fácil que las personas que pertenecen al grupo obtengan beneficios al actuar en dicho contexto. Si te conviertes en un buen arquitecto de contextos, la estrategia motivadora que uses después, tendrá unos efectos más potentes.

Es esencial, por tanto, no olvidarnos de promocionar contextos facilitadores, escenarios estimulantes y ambientes enriquecedores.

Poner en el centro a la persona olvidándose de que ésta es en función de su contexto es correr un riesgo que se puede pagar muy caro si no se gestionan bien los ambientes físicos, personales y sociales en los que se desarrolla, por eso, los responsables del cotarro deben convertirse en excelentes arquitectos de contextos.

No olvides esta idea: “hay ambientes que capacitan y ambientes que discapacitan”.
idea

Hablando en público: atajos a ninguna parte

No nos engañemos. No es verdad que exista el orador perfecto, el presentador ideal o un estilo de hablar en público excelente. Tal vez ni el mismo Steve Jobs habría conseguido inspirar a los miembros de la junta directiva de la almazara del pueblo de aquí al lado.

Esa es al menos mi experiencia después de más de 10 años trabajando con grupos de estudiantes y profesionales que quieren prepararse para ser docentes o para realizar ponencias o presentaciones delante de todo tipo de audiencias (jóvenes, padres, clientes, emprendedores, profesionales de la salud, de las ventas, equipos directivos, etc.). La gran mayoría de ellos llegan buscando parecerse a algún docente que alguna vez tuvieron y les impactó o a cualquier otro modelo de orador ideal, y piensan que para lograrlo deben comenzar por negarse a ellos mismos y a su propia historia, tratando de huir de sus habilidades y de sus emociones, de su cuerpo, de su voz, de su forma natural de mirar, de escuchar, o de moverse. Es como si gran parte de lo que son y su propia biografía de aprendizaje les resultara un inconveniente para hablar en público.

No es extraño que esto sea así si tenemos en cuenta la cantidad de libros de autoayuda, manuales o cursos que venden la idea de que aprender a hablar en público es una habilidad en la que las emociones como el miedo o la ansiedad hay que eliminarlas o controlarlas, y que basta con mezclar los ingredientes correctos, previamente definidos según el modelo ideal, para llegar a dominar esta competencia.

Sin embargo, este tipo de libros y de cursos, tal y como aparentemente están planteados la mayoría de ellos, en no pocas ocasiones pudieran ser más contraproducentes que beneficiosos. Puede ocurrir que termines el taller y vuelvas a casa con una gran cantidad de instrucciones acerca de cómo debes moverte y gesticular, qué hacer con las manos, la manera correcta de mirar, la velocidad del habla o la entonación más adecuada. Todo esto, tan alejado de tí mismo, de la forma natural de ser tú que, en el mejor de los casos, gracias a estos cursos, puedes llegar a ser un orador autómata correcto, sin tus viejas imperfecciones pero también sin tu huella personal, sin voz propia.

Pero el enfoque debiera ser otro, el objetivo de estos talleres no debería ser formar oradores perfectos según marcan los manuales o los expertos de “última generación”. La clave debiera estar en aprender a expresar las ideas con claridad para inspirar y construir emociones y vínculos de confianza y credibilidad con las personas que escuchan. Y para conseguir esto no existe un único modelo. Recuerdo ahora algunas charlas TED y ciertas exposiciones memorables de alumnos y de participantes en nuestros talleres que realmente han conseguido conectar conmigo e inspirarme, y entre ellos he visto de todo. Mientras unos utilizaban gran parte del escenario en su charla, otros no salían de su atril; mientras unos casi no gesticulaban, otros movían las manos con gran intensidad; mientras algunos leían su discurso, otros no tenía ningún tipo de ayuda escrita; unos parecían muy extrovertidos y seguros mientras que otros parecían ser más humildes y tímidos. Entonces, ante tantas diferencias, qué es lo que hace que todos consigan captar nuestro interés y ‘engancharnos’ ¿cómo lo hacen? Yo creo que hay tres aspectos que todos ellos comparten:

Coherencia, cada actuación es una unidad coherente en sí; su discurso, su voz, su mensaje, su forma de mirar, su timidez o su extroversión tienen sentido en su conjunto, se fortalecen entre sí y hacen más poderoso el mensaje o el propósito de la presentación.
Autenticidad, todos parecen trabajar desde la verdad; es como si eso que dejan ver fuera realmente ellos mismos, que su voz, su mirada, sus gestos o sus palabras son suyas, sin sobreactuaciones y sin la perfección fría de un autómata.
Pasión por lo que están contando. Aunque esa misma exposición la hayan hecho con anterioridad en tres o en siete ocasiones, cada actuación resulta tan fresca, tan apasionada y tan espontánea como si fuese la primera vez.

Coherencia, autenticidad y pasión, lo demás es superfluo.

Y es que hablar en público es un play que tiene que ver con conectar con los demás y para conectar con otros tenemos que dejarnos mirar, por eso nos preparan un lugar privilegiado y especial a la vista y al alcance de todos. Una vez allí hay que dejarse ver y trabajar desde la verdad, dejando a un lado lo que queremos ser para ser quienes realmente somos. Y en todo este juego, las cartas de la vulnerabilidad, del miedo o la vergüenza juegan un papel a veces tan incómodo como necesario e inexcusable.
Por todo ello no acaba de gustarme el enfoque mecánico y mercantilista que frecuentemente se le da a algunos temas relacionados con el entrenamiento y el desarrollo profesional y personal. Un todo a 100. Un tú pagas y yo te doy la solución fácil y rápida que necesitas y que yo conozco y domino.

Creo que los docentes, formadores o entrenadores debemos ser más cabales y reconocer que en esto del desarrollo personal/profesional no existen las fórmulas mágicas, que lo fácil y rápido no es más que una estrategia de marketing en forma de quimera que vende muy bien en un mundo que vive demasiado deprisa; que el descubrimiento de la lentitud es imprescindible para el aprendizaje y que los grandes avances se consiguen a golpe de incertidumbre y de corazonadas lentas.

Porque hablar en público tiene mucho más de pasión que de instrucción, mucho más de orgánico que de mecánico, es más un trabajo de artesanos que de cadenas de montaje y por eso necesitamos la autenticidad como punto de partida.

Cuando el proceso de aprendizaje a hablar en público te acerca a un supuesto ideal pero te aleja de tí mismo, de tus cualidades, de tus emociones y de tus valores, todo suele quedar en una experiencia interesante, pero pronto mucho de lo vivido se olvidará y se quedará fuera de tu trabajo porque no encaja con quien eres ni con tu vida cotidiana. ¿Por qué quieres parecerte a un orador de Silicon Valley si tu tarea consiste en trabajar con un grupo de empresarias, de mujeres o de estudiantes de una capital de provincias?. ¡¡¡Ay, otra vez el contexto!!!.

No estoy diciendo que no sea útil aprender y ensayar mejores formas de comunicarte, de construir ideas y conectar a tu audiencia con ellas. No hay nada de malo en querer cambiar y desarrollar nuevas habilidades. Todo lo contrario. Sin embargo tener que ser un orador perfecto al estilo de Sir Ken Robinson o Brené Brown negando lo que somos puede ser una tiranía. Demasiada presión para avanzar, una trampa y una paradoja que intentando escapar de tu biografía te lleva a la peor versión de tí mismo.

Por todos estos motivos, desde Ideas Poderosas no tenemos reglas fijas o un modelo ideal a seguir y preferimos partir desde ideas más que desde reglas o mensajes. En Ideas Poderosas nos gusta comenzar por escuchar, por conocer de cerca a nuestros participantes, los contextos reales en los que se desenvuelven, sus para qué y sus porqués a la hora de hacer este taller. En Ideas Poderosas preferimos trabajar desde lo que son, mirando tanto a la función como a la morfología de la conductas relacionadas con la competencia de hablar en público que tratamos de ir construyendo con ellos. Intentamos ayudar a que cada participante encuentre su estilo personal, que se reconozca en el reto, en la incertidumbre y en la ansiedad que puede provocarle hablar en público, que encuentren su propia voz, y ayudarles a que disfruten del proceso.

En Ideas Poderosas creemos que trabajar a partir del reconocimiento y la aceptación de lo que cada uno es y comprometerse desde el entorno y los valores propios para avanzar y llegar tan lejos como se quiera, se pueda, y el escenario permita, es el mejor punto de partida posible para cualquier proceso de desarrollo personal-profesional. El resto son atajos a ninguna parte.

Recursos humanos: miradas puntillistas

Vayan por delante dos aclaraciones y un reconocimiento: para comenzar he de precisar que no soy conocedor, ni he estudiado con interés o atención el mundo de la empresa; en segundo lugar debo reconocer que siempre he sido un defensor de lo público, aunque no de sus sistemas de reclutamiento, selección y gestión de sus trabajadores, al menos en lo que se refiere al sistema educativo que es el que conozco más de cerca. Ha de considerarse por tanto esta entrada al blog más como una opinión y reflexión personal que como un análisis objetivo de alguien con criterio o amplios conocimientos sobre el tema. Permítanme por tanto esta pequeña “osadía” en forma de post.
El reconocimiento tiene que ver con la trayectoria y curriculum profesional y académico del Doctor Xavier Sala-i-MartínF, autor del vídeo que ha inspirado estas ideas que aquí comparto con la boca pequeña y en voz baja. Pretenden ser éstos tan sólo simples comentarios a raíz de un vídeo breve y aislado, y que en absoluto se aspira con ellos a poner en duda la calidad, validez, profundidad y extenso trabajo del profesor Martín.

Dicho esto, veamos el vídeo y a renglón seguido se continúa en los siguientes párrafos con algunas, tal vez, arriesgadas críticas sobre lo que en él se comenta, estando por mi parte tan dispuesto a escribirlas como a aprender de mis posibles concepciones erróneas, a reconocer sus debilidades y a rectificarlas.

“Los peces son los últimos en darse cuenta del agua”. No creo que en el sector privado sólo se despida a las trabajadoras (a partir de ahora para referirme a ambos sexos por personas trabajadoras) que no funcionan, también a las que durante años han demostrado altos niveles de productividad, profesionales con un gran conocimiento y sabiduría práctica, auténticos criadores de esas “corazonadas a paso lento” tan poco rentables de forma inmediata, como necesarias para la innovación, la sostenibilidad y la rentabilidad a medio-largo plazo de una empresa. Se trata de trabajadores que pueden resultar en momentos de crisis demasiado caros para algunas empresas en exceso miopes y demasiado presas de la inmediatez, y que prefieren despedir a estos profesionales sin más o para ser sustituidos por otros más ¿productivos?, más ¿rentables? y más ¿baratos?

El conocimiento está en las preguntas. Desde mi punto de vista la pregunta de partida que se plantea en el vídeo no es nada ingenua y en absoluto la mejor para obtener nuevas respuestas o posibles innovadoras soluciones. Tal y como está formulada, pareciera que el peso y la responsabilidad de la productividad y rentabilidad de una empresa (pública o privada) recayera principal o exclusivamente sobre sus trabajadoras. De ser esto así pudiera pensarse que en el vídeo se insinúa de manera tramposamente aséptica, académica y objetiva, que la única o principal solución ante los problemas de productividad en las empresas públicas y privadas es el despido de los que no muestran los adecuados niveles de productividad, y esto sin analizar el modelo de trabajo y todas las variables que intervienen en el éxito de una empresa, de su rentabilidad, de su sostenibilidad, etc. , sin analizar su gestión al fin y al cabo.
Creo que serían mucho más inspiradoras y con mayor poder a la hora de aportar matices y soluciones otras maneras de formular la pregunta, aquellas que nos invitaran a analizar qué sistemas de organización, qué valores, modelos empresariales, cultura organizacional, estilos de liderazgo, sistemas de incentivos, etc. en combinación con qué tipo de competencias profesionales, habilidades blandas, características y valores personales de las personas trabajadoras hacen más probable que éstas sean más felices y más productivas.

De nuevo el contexto. Me sorprenden estos análisis y valoraciones de comportamientos complejos realizados de forma totalmente descontextualizada. Bajo mi punto de vista, esta ocultación del marco que a todos nos envuelve lleva a análisis faltos de perspectiva, demasiados simplistas, poco innovadores y a veces podría pensarse que interesados. Análisis en los que resulta fácil encontrar culpables y cambiar algunas cosas para, en el fondo, dejar todo como estaba. Al igual que se pierde el concepto, la belleza y la comprensión de un cuadro puntillista como “La Parade de Cirque” (de Seurat) si se mira sólo desde unos centímetros de distancia, de manera que no se podría apreciar más que toscas manchas de color, no creo que se pueda entender el rendimiento ni la productividad de cualquier persona (trabajadores, emprendedores, estudiantes, etc.) atendiendo de manera aislada a su comportamiento y a sus resultados, sin observar ni entender el cuadro en su conjunto: el marco laboral en el que se desenvuelven, sin tener en cuenta el contexto organizacional en el que trabajan, los valores de la empresa, sus sistemas de selección, sus sistemas de producción, de incentivos materiales y emocionales,….
No quiero decir con esto que las personas no sean responsables de sus actuaciones o que ese contexto justifique sus buenas o malas ejecuciones, su mejor o peor productividad; me refiero a que, bajo mi punto de vista, se necesita un análisis menos mecanicista, más orgánico y radical (por lo de ir a la raíz de las cosas) para exigir, para comprender, para avanzar, para innovar y en definitiva para conseguir que nuestros proyectos sean productivos, rentables y sostenibles a la vez que éticos y responsables socialmente.

Y tú, ¿qué opinas de todo esto?

Escuchando la diversidad

En Ideas Poderosas pensamos que la diversidad humana en general y, en concreto lo que quiera que sea la discapacidad, puede ser uno de los mayores motores de igualdad, de innovación, de avance social, humano, y urbano. Y creemos en esto no como una metáfora sino en su sentido más literal. Basta con observar cómo la accesibilidad y los principios del diseño universal han cambiado los electrodomésticos, la tecnología, nuestras ciudades, … en definitiva nuestras vidas. Basta con observar(se) con dejar(se) sentir las propias experiencias y emociones en escenarios y ciudades con altos niveles de accesibilidad en comparación con aquellas otras en las que la accesibilidad sólo es utilizada por los gestores y políticos como una excusa para ocupar titulares.

Para que esto sea posible lo diverso tiene que tener su propia voz, pero las personas con discapacidad tradicionalmente han hablado, y lo siguen haciendo en gran medida, con palabras prestadas. Así es, tanto a lo largo de la historia como hoy en día son instituciones médicas, académicas y políticas y sus profesionales los que, escuchando más a la biología y a la economía de la inmediatez que a las personas, regulan el modo oficial de visión y división de esta realidad y el manejo de la misma. De esta manera, definiendo, clasificando, valorando, crean un lenguaje que después es asumido por la mayoría (personas con y sin discapacidad) como una fiel descripción de la realidad más que como una manera de entenderla – por otra parte nada ingenua y con una gran carga ideológica-, una re-creación de lo que es la diversidad o la discapacidad a imagen y semejanza de sus visiones e ideas tan normalizadas como poco diversas. La inevitable consecuencia de este proceso es una suerte de profecía autocumplida que nos atrapa en una (tiranía) de la normalidad, simpática para la mayoría asustadiza de lo diferente, pero engañosa para todos.

La discapacidad no es un fenómeno médico, ni tecnológico, ni político, sino una experiencia humana que debe ser entendida individualmente. Y ahí es donde radica una de sus mayores posibilidades como fuente de innovación social, de cambio, de necesaria re-evolución. La investigación, las políticas y asuntos en general relacionados con la diversidad funcional son demasiado importantes para dejarlas exclusivamente en manos de las investigadoras, académicos, las expertas o los políticos de turno, desde una perspectiva engañosamente objetiva y alejada de la vida cotidiana de las personas con discapacidad.

En ideas poderosas pensamos que aún hoy en día a las personas con discapacidad se les despoja en gran parte de su voz y de sus derechos como ciudadanos, lo que no ayuda a generar contextos que faciliten su visibilidad, su libertad, que sean dueños de sus propias vidas, de sus propias palabras. Necesitamos que las personas con discapacidad y sus aliados hablen su propio lenguaje, cuenten sus propias historias y se dejen ver tal y como quieran ser.

Sirvan estas reflexiones para introducir las siguientes reivindicaciones extraídas del documento de FEAPS (Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual) que las ha motivado: “Manifiesto por la plena ciudadanía de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo”.

  • Queremos un trato de igual a igual, de adulto, de ciudadano. Para esto, necesitamos el apoyo de los gobiernos y los medios de comunicación. Necesitamos que los medios den a la sociedad una imagen positiva e inclusiva de nosotros.
  • Pedimos a jueces, abogados, médicos y fiscales que nos conozcan y que se informen. Tienen que conocernos bien antes de firmar nuestras sentencias de incapacitación. ¡Somos capaces de hacer muchas cosas y tomar decisiones!
  • Necesitamos ciudades y pueblos accesibles para poder participar, entender la información, pasear por las calles y entrar en los sitios públicos. Pregúntanos cómo hacerlo. Queremos colaborar con vosotros para conseguirlo entre todos.
  • Día a día nos formamos para trabajar. Exigimos que las empresas y administraciones cumplan con la ley, y reserven empleo para las personas con discapacidad.
  • Exigimos a los responsables de asociaciones vecinales, culturales, deportivas y de ocio que cumplan las normas de acceso a sus instalaciones. Igual que nosotros cumplimos con todas las normas que nos exige la sociedad.

Tomemos buena nota de estas reivindicaciones, tenemos mucho que ganar.

La estupidez está al alcance de cualquiera

Trabajar en equipo y gestionar equipos de trabajo eficientes conlleva el riesgo de encontrarnos personas así, es decir, personas que con sus acciones, no sólo no benefician al resto del equipo, sino que además tampoco obtienen buenos resultados para sí mismos.

El trabajo en equipo requiere de ciertas competencias necesarias para que el trabajo sea eficiente; hay quienes hablan de las 5 c’s del trabajo en equipo: complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso, aunque quizá la clave de la eficiencia de un equipo radique sobre todo en la actitud de sus miembros. Si todas y cada una de las personas que componen el equipo cuando actúan buscan su propio beneficio y en sus acciones evitan causar un perjuicio a sus compañeros, incluso les procuran un beneficio; entonces el desarrollo del equipo, la satisfacción personal e incluso la cuenta de resultados están aseguradas.

Parece obvio, pero no siempre sucede así. Más veces de las deseables nos encontramos a miembros de un equipo más preocupados por “salvar su culo” y mejorar su posición que por trabajar cooperativamente; otras veces nos encontramos algunas personas tan desanimadas, con tan poca autoestima o tan poco motivadas que no les importa “salir perdiendo” siempre que los demás se encuentren bien. Estas dos categorías de personas son las que Carlo María Cipolla denomina “malvados” en el primero de los casos e “incautos” en el segundo. Pero el verdadero peligro radica en las personas estúpidas, es decir, en quienes ni obtienen un beneficio propio ni ajeno.

En esta presentación podrás ver las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana que menciona Carlo María Cipolla en su libro Allegro ma non troppo.

A continuación te propongo algunas ideas que te permitan neutralizar una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana: la estupidez

Sé egoísta (pero no malvado) – cuida tu piel.
Hay dos tipos de egoísmo, uno en el que la propia persona se pone en el centro de todo y actúa para obtener beneficios pero que no le “roba” nada a nadie (éste es el bueno), y otro que, pensando sólo en mí, no dejo nada para los demás (éste es el malo). Los humanos tendemos a hacer aquello que nos agrada, así que si obtenemos un beneficio, probablemente continuemos haciéndolo. Esto es automotivación. Si no cuidas el placer en lo que haces, no disfrutarás de lo que haces y probablemente dejes de hacerlo.

Abre los ojos.
Permanece atento a lo que sucede a tu alrededor, está presente, escucha y analiza para poder tomar decisiones bien ancladas en la realidad.

Piensa en verde.
No, no se trata de hacer publicidad a ninguna marca de cerveza, se trata de mirar las cosas desde el lado creativo (como propone Edwar DeBono en su libro “seis sombreros para pensar”). El verde es creatividad, es ver las cosas desde nuevos puntos de vista intentando resolver los problemas de manera innovadora y diferente. Enfréntate a los problemas, a los conflictos, a las relaciones, a las tareas con un punto de vista distinto al que normalmente utilizas, seguramente descubrirás otras formas de gestionar esos problemas, conflictos, relaciones o tareas.

Vive la vida.
Disfruta de lo que sucede en tu vida, de lo bueno porque es bueno y de lo malo porque te ayuda a aprender y a no volver a tropezar con la misma piedra.

Contagia el virus de la colaboración.
Contribuye con tu actitud, tu humor, tu participación y tu compromiso a crear un buen ambiente de trabajo colaborativo en los grupos en donde te encuentres.

Estas son algunas recomendaciones que te permitirán trabajar en equipo y gestionar equipos de trabajo eficientes, pero no olvides nunca que en cualquier lugar y en el momento más inesperado puede aparecer un individuo estúpido; no subestimes su poder, no trates de asociarte con él, pero tampoco intentes quitártelo de encima; sigue tu camino, inspira al resto del equipo y trabaja para encontrar soluciones en las que tú ganes y los demás también ganen: Sé inteligente

Educación especial, ¿Finlandicemos España?

Comparto este estupendo vídeo que han hecho los amigos de Edutopía sobre ‘La formula del éxito de la educación en Finlandia’.
Según nos cuenta el video, la gran mayoría de los estudiantes que finalizan con éxito la educación obligatoria en Finlandia han recibido apoyo individualizado y en algún momento de su escolarización han sido alumnos de educación especial. Tal y como dicen. ‘(…) la educación especial no es nada especial. Un niño o estudiante se considera especial si nunca ha tenido que utilizar los servicios de educación especial durante su escolarización’.

Parece ser que la identificación lo más temprana posible de esas dificultades y el trabajo individualizado con estos niñxs es una de las líneas estratégicas de las politícas y las administraciones educativas de Finlandia, que apoyan a los colegios con los profesores y recursos necesarios.

Su experiencia y resultados parecieran empecinarse en demostrar que la clave del éxito de la educación en Finlandia está más relacionada con el trabajo para lograr la igualdad de posibilidades, el apoyo individual necesario y sin límites a los alumnos ‘con necesidades’ y la inclusión de todxs en las aulas, que con la separación por rendimientos o habilidades de los estudiantes con el objetivo de alcanzar y premiar la excelencia. Por cierto, ¿qué será eso de la excelencia?.

En Finlandia miran y atienden a las necesidades y a las diferencias para conseguir la igualdad como un elemento imprescindible para la calidad y la excelencia de su sistema educativo. Mientras tanto en España los recursos destinados a trabajar con alumnos con necesidades especiales son algunos de los que más re-cortes están teniendo.

Y mientras esto ocurre, para generar conversaciones y animar debates que ayuden a que surjan nuevas propuestas y soluciones innovadoras, a los que se ocupan de hacer políticas y planificar estas cosas de la educación en nuestro país no se les ocurre otra cosa que lanzar la idea y discutir de la importancia de españolizar a nuestros hijos…

Qué personalidades más importantes y cuántas matrículas deben lucir en sus expedientes, cuánta excelencia en sus curriculums, pero qué incultura, qué aburridos y antiguos que son. Y qué peligrosos .

José Antonio Marina y el talento de los canteros

Esta tarde he disfrutado de la conferencia que el profesor, yo diría mejor maestro, José Antonio Marina ha impartido en el vivero de empresas de la Cámara de Comercio de Jaén.
La conferencia, que ha ido in crescendo, ha paseado por lugares comunes como la felicidad, la educación, la motivación, las relaciones personales, la empresa e incluso, de refilón, la política.
Con el estilo sereno de quien sabe muy bien de lo que está hablando y sin ningún fuego de artificio (sin notas, sin powerpoint, sin aspavientos ni gestos desmedidos) ha hilvanado sus argumentos dejando con ellos unas cuantas ideas poderosas que me permito compartir con vosotros con mis propias palabras y desde una interpretación personal:

La inteligencia, el talento no se posee, se adquiere: hay escenarios que lo promocionan y otros que lo debilitan. El contexto moldea las aptitudes.
Hay contextos que crean dinámicas ascendentes y otros dinámicas descendentes: hay grupos en los que acabamos sintiendo que no podemos hacer nada, que los problemas no tienen solución y otros grupos que nos inspiran, nos seducen, nos movilizan. Participar de esos grupos y ser nosotros también el origen de esa dinámica ascendente crea contextos que favorecen el desarrollo del talento propio y ajeno.
Las dinámicas descendentes se caracterizan por destilar grandes dosis de estrés (verse superado por las dificultades y sentirse incapaz de dar respuesta a las demandas del ambiente) y sentimientos de indefensión aprendida (haga lo que haga, no puedo controlar lo que pasa).
Las aptitudes no son nada si no van acompañadas de creer que eres capaz de hacer algo con ellas, por el contrario, si no crees que eres capaz, nunca las desarrollarás. El sentimiento de autoeficacia es clave para el desarrollo del talento y nos permite superar el estrés y la indefensión aprendida.
Una estrategia concreta para desarrollar sentimientos de autoeficacia es trabajar por proyectos: si un niño se pone a dibujar, pregúntale antes qué quiere dibujar, saber lo que quiere le permitirá centrar su atención, dirigir su conducta y evaluar el resultado. Si esto vale para los niños, igualmente vale para los adultos.
La felicidad es la armonía entre tres elementos: pasarlo bien + obtener reconocimiento social a través de la vinculación con los demás + sentimientos de que se está progresando. Cuando un niño corre a decirle a sus padres “mira lo que hago”, en realidad está diciendo “oye, fíjate lo que acabo de conseguir (progreso) y dime si le he hecho bien (reconocimiento)”.
La conclusión sería algo así como que si queremos crear ambientes de desarrollo social, cultural, empresarial, etc. y con ellos “cambiar el mundo” es fundamental crear escenarios que fomenten la felicidad (diversión, reconocimiento y progreso), que faciliten el desarrollo de las aptitudes y que fomenten los sentimientos de autoeficacia. La inteligencia no es, al fin y al cabo, una característica individual sino que cobra sentido en el desarrollo de la inteligencia colectiva.

José Antonio Marina finalizó su charla citando el epitafio que Max Aub escribió para sí mismo: “hice lo que pude” destacando la importancia del compromiso para el cambio, y en un tono menos formal contó la metáfora de los tres canteros resaltando la importancia de las actitudes ante dicho cambio.

Metáfora de los tres canteros:

Hace ya muchos años se estaba construyendo una catedral. Un hombre, siguiendo la costumbre más perpetuada en este país, se pasó por las obras para ver cómo otros trabajaban. Y allí se encontró con tres maestros canteros que, cincel en mano, estaban trabajando la piedra para construir el templo.
Se acercó al primero y le preguntó qué es lo que estaba haciendo. La respuesta fue contundente y malhumorada:
– Pues es bastante evidente, ¿no? Aquí picando esta piedra con la solana que hace… y con la sed que yo tengo. ¡Y lo que me queda aún! Por no hablar de lo que me fastidia el capataz por aquí de paseo, sin dar un palo al agua. A mí también me gustaría ser capataz…
Al acercarse al segundo cantero, esto fue lo que le dijo sin apenas mirarle a la cara:
– Pues aquí ando haciendo lo que me han mandado. Tengo mujer y cuatro hijos, ¿sabe?, así que toca obedecer para poder llevar el pan a casa.
Al acercarse al tercero, comprobó que éste trabajaba con un entusiasmo inusitado. Al hacerle la misma pregunta que a los dos anteriores, éste le respondió con satisfacción y orgullo:
– ¿Que qué estoy haciendo? Acaso no lo ve caballero: UNA CATEDRAL.

Y tú, ¿qué cantero eres? ¿El que se queja de la situación que tiene pero no hace nada para cambiarla, el que se resigna aunque no sea la tarea que le guste desempeñar o bien el que ve con claridad que forma parte de un proyecto más grande que su pequeño ombligo?

En fin, estas son algunas de las ideas poderosas con las que me he quedado, seguro que muchas otras no alcancé a verlas o simplemente cayeron en el saco del olvido.

Os dejo el enlace al libro blanco sobre el emprendimiento escrito por José Antonio Marina.

 

 

Nota: Fotografía de la Catedral de Jaén, por Jose Manuel Ballester.