Arquitectos de contextos. Acting in context

“El poder está en ti”, “La vida es 10% lo que te pasa y 90% lo que haces con lo que te pasa”, “no hay problemas, hay desafíos”, “no has fracasado, ahora tienes más experiencia”, “si la vida te da limones, haz limonada”, “deja que tus ilusiones sean más grandes que tu temor”… Estas son algunas de las consignas a las que cada vez estamos más expuestos y que nos dicen algo así como que si no puedes cambiar tu entorno, cambia tú.

Son consignas que tienen un gran poder motivador para muchas personas que las usan como pensamientos inspiradores que les ayudan a gestionar su cambio y su desarrollo personal y/o profesional y, como tales, tienen el poder que tienen. Ahora bien, una cosa es una frase sesuda, inspiradora y motivante y otra es basar todo un proceso de cambio en ella o en las premisas en las que se sustenta.

Las ciencias del comportamiento nos indican claramente que la conducta está en función de las consecuencias que se obtienen al emitirla y también está en función del contexto en el que se desarrolla y que sirve como señalizador para activar o desactivar un comportamiento determinado.

Todos tenemos la experiencia de comportarnos de manera muy diferente según la situación en la que nos encontremos. Unos ambientes nos estimulan y sacan lo mejor de nosotros, otros ambientes nos anulan y nos llevan al más profundo abatimiento; unos escenarios nos facilitan el trabajo haciéndonos disfrutar con él, otros escenarios nos dificultan la tarea, haciéndonos sufrir con ella. Nosotros seguimos siendo los mismos, pero nuestro comportamiento puede variar radicalmente en función del contexto. Entonces, ¿qué nos queda? ¿Resignarnos a dejarnos llevar por dichos contextos o cambiar la actitud? Sin duda, el cambio de actitud, la potenciación de las competencias personales, el cambio individual es necesario, pero no suficiente. Probablemente, sea más barato suministrar unas consignas a la persona del tipo “si tú quieres, tú puedes” que modificar el ambiente, pero seguramente también sea una forma poco radical de facilitar los cambios.

Queremos fomentar un ambiente colaborativo en el aula, pero seguimos distribuyendo las sillas en un formato clásico (todas mirando el profesor). Queremos generar un ambiente creativo en la oficina, pero el ambiente que nos rodea está lleno de reglas, normas y procedimientos. Queremos potenciar una cultura del aprendizaje, de la formación continua, de la innovación social, pero no proporcionamos espacios, herramientas, tecnología o métodos que permitan la experimentación, el ensayo y error, el cambio. Y así podríamos encontrar cientos de ejemplos en los que está muy bien decir que si quieres puedes, pero nos olvidamos de generar ambientes que faciliten ese poder.

Toda conducta individual se da en un contexto físico, personal y social que incrementa o disminuye la probabilidad de que aparezca dicha conducta. Ciertos contextos incrementan la probabilidad de que aparezcan ciertos comportamientos, mientras que esos mismos contextos podrían indicar la ausencia o baja probabilidad de aparición de otros comportamientos.

El contexto se convierte en un potente estímulo si se gestiona bien pero también se puede convertir en un fuerte elemento desmotivador, en el sentido de que en lugar de invitar a la acción, promueva la inactividad y las pocas ganas de hacer cosas.

Intervenir sobre el contexto es una primera medida higiénica que ayuda a provocar respuestas, que facilita el inicio de conductas y que genera señales para la acción.

Quienes tienen que liderar equipos de personas: jefes de grupo, directivos, mandos intermedios, docentes, padres y madres, responsables, etc. tienen como misión prioritaria diseñar ambientes facilitadores de las conductas que quieran estimular. Dedicar tiempo a generar un adecuado y agradable ambiente físico, personal y social va a ayudar a obtener mayores beneficios para el grupo y cualquier intervención que tenga que ver con la potenciación de competencias será mucho más viable y sostenible.

Dedica tiempo, pues, a generar un adecuado y agradable ambiente físico, personal y social y verás como es más fácil que las personas que pertenecen al grupo obtengan beneficios al actuar en dicho contexto. Si te conviertes en un buen arquitecto de contextos, la estrategia motivadora que uses después, tendrá unos efectos más potentes.

Es esencial, por tanto, no olvidarnos de promocionar contextos facilitadores, escenarios estimulantes y ambientes enriquecedores.

Poner en el centro a la persona olvidándose de que ésta es en función de su contexto es correr un riesgo que se puede pagar muy caro si no se gestionan bien los ambientes físicos, personales y sociales en los que se desarrolla, por eso, los responsables del cotarro deben convertirse en excelentes arquitectos de contextos.

No olvides esta idea: “hay ambientes que capacitan y ambientes que discapacitan”.
idea

La estupidez está al alcance de cualquiera

Trabajar en equipo y gestionar equipos de trabajo eficientes conlleva el riesgo de encontrarnos personas así, es decir, personas que con sus acciones, no sólo no benefician al resto del equipo, sino que además tampoco obtienen buenos resultados para sí mismos.

El trabajo en equipo requiere de ciertas competencias necesarias para que el trabajo sea eficiente; hay quienes hablan de las 5 c’s del trabajo en equipo: complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso, aunque quizá la clave de la eficiencia de un equipo radique sobre todo en la actitud de sus miembros. Si todas y cada una de las personas que componen el equipo cuando actúan buscan su propio beneficio y en sus acciones evitan causar un perjuicio a sus compañeros, incluso les procuran un beneficio; entonces el desarrollo del equipo, la satisfacción personal e incluso la cuenta de resultados están aseguradas.

Parece obvio, pero no siempre sucede así. Más veces de las deseables nos encontramos a miembros de un equipo más preocupados por “salvar su culo” y mejorar su posición que por trabajar cooperativamente; otras veces nos encontramos algunas personas tan desanimadas, con tan poca autoestima o tan poco motivadas que no les importa “salir perdiendo” siempre que los demás se encuentren bien. Estas dos categorías de personas son las que Carlo María Cipolla denomina “malvados” en el primero de los casos e “incautos” en el segundo. Pero el verdadero peligro radica en las personas estúpidas, es decir, en quienes ni obtienen un beneficio propio ni ajeno.

En esta presentación podrás ver las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana que menciona Carlo María Cipolla en su libro Allegro ma non troppo.

A continuación te propongo algunas ideas que te permitan neutralizar una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana: la estupidez

Sé egoísta (pero no malvado) – cuida tu piel.
Hay dos tipos de egoísmo, uno en el que la propia persona se pone en el centro de todo y actúa para obtener beneficios pero que no le “roba” nada a nadie (éste es el bueno), y otro que, pensando sólo en mí, no dejo nada para los demás (éste es el malo). Los humanos tendemos a hacer aquello que nos agrada, así que si obtenemos un beneficio, probablemente continuemos haciéndolo. Esto es automotivación. Si no cuidas el placer en lo que haces, no disfrutarás de lo que haces y probablemente dejes de hacerlo.

Abre los ojos.
Permanece atento a lo que sucede a tu alrededor, está presente, escucha y analiza para poder tomar decisiones bien ancladas en la realidad.

Piensa en verde.
No, no se trata de hacer publicidad a ninguna marca de cerveza, se trata de mirar las cosas desde el lado creativo (como propone Edwar DeBono en su libro “seis sombreros para pensar”). El verde es creatividad, es ver las cosas desde nuevos puntos de vista intentando resolver los problemas de manera innovadora y diferente. Enfréntate a los problemas, a los conflictos, a las relaciones, a las tareas con un punto de vista distinto al que normalmente utilizas, seguramente descubrirás otras formas de gestionar esos problemas, conflictos, relaciones o tareas.

Vive la vida.
Disfruta de lo que sucede en tu vida, de lo bueno porque es bueno y de lo malo porque te ayuda a aprender y a no volver a tropezar con la misma piedra.

Contagia el virus de la colaboración.
Contribuye con tu actitud, tu humor, tu participación y tu compromiso a crear un buen ambiente de trabajo colaborativo en los grupos en donde te encuentres.

Estas son algunas recomendaciones que te permitirán trabajar en equipo y gestionar equipos de trabajo eficientes, pero no olvides nunca que en cualquier lugar y en el momento más inesperado puede aparecer un individuo estúpido; no subestimes su poder, no trates de asociarte con él, pero tampoco intentes quitártelo de encima; sigue tu camino, inspira al resto del equipo y trabaja para encontrar soluciones en las que tú ganes y los demás también ganen: Sé inteligente