Ideas Poderosas – Doctorados en silencio

No nos fuimos, nunca nos hemos ido. Hemos estado aquí, aunque callados, observando en silencio. No ha sido parte de una estrategia, ni una tregua planificada. Podríamos hablar de la importancia de reconocer con humildad el propio silencio cuando sientes que no tienes nada nuevo que decir. Podríamos hablar quizás del exceso de coaching, de la sobreexplotación de frases bonitas, del buenismo, de la psicología positiva o de esta epidemia impuesta de emprendimiento de sofá y mesa camilla que tanto empiezan a sonar a tiranía. Podríamos hablar, al fin y al cabo, de todos estos temas que llena las redes y sus círculos profesionales de la formación y el desarrollo personal-profesional.

Pero todo esto no serían más que razones, excusas disfrazadas de causas que explicaran nuestros casi tres meses sin publicar en nuestras redes o los más de 120 días desde que hicimos la última entrada para nuestro blog. Simplemente no hemos estado o hemos estado en otros sitios, o la cabeza o las manos o el corazón no han dado abasto.

A pesar de habernos doctorado en silencio, durante este tiempo Ideas Poderosas sigue siendo nuestra casa. La casa a la que siempre se vuelve, en la que guardas tus viejos apuntes, los dolores de cabeza, los experimentos, los proyectos arrugados en servilletas y manchas de café, los buenos amigos, los planes más maravillosos y menos rentables del mundo.

Ideas Poderosas es nuestra inevitable vocación, el lugar que nos apasiona y donde nos gusta estar. Un lugar lleno de triunfos fugaces y derrotas memorables, de partisanos que siguen resistiendo, de personas que han querido compartir con nosotros su tiempo, sus miedos y su voz. Personas que estuvieron con nosotros y que nunca olvidamos.

Desde el torpe silencio de estos meses hemos seguido trabajando sin piedad, deshilando para volver a hilar, atando cabos, conociendo apasionantes propuestas, maestros nuevos que nos han abierto sus casas y con las que vamos a empezar nuevos proyectos. De todo esto os iremos contando.

Mientras tanto la cabeza, las manos y el corazón nos siguen sin dar abasto, pero aquí estamos.

Nota: Fotografía de la Caedral de Jaén, de la exposición ‘In ictu oculi‘. De Jose Manuel Ballester.

Training using drama: se abre el telón.

l 27 de abril de cada año se celebra el Día internacional del Teatro. Un día en el que se trata de visibilizar la esencia de este arte que acompaña a la Humanidad desde tiempo inmemoriables.

El Teatro es la gran metáfora de la vida y en Ideas Poderosas descubrimos desde el principio las sugerentes e inspiradoras equivalencias que se pueden establecer entre el Teatro y el desarrollo personal y profesional.

Tuvimos la gran suerte de encontrarnos en el camino con Noelia Camacho, actriz y contadora de historias, con quien descubrimos todo un mundo de posibilidades metodológicas a introducir en nuestras acciones formativas y con quien aprendimos la virtud de contar que va más allá del hábito de explicar. Más tarde nos encontramos con César Guerra, también actor y creador de experiencias teatrales, quien nos enseñó el método, el camino y la pasión por la dramaturgia.

Desde entonces, el Teatro ha inspirado nuestros cursos y talleres y siempre que es posible; y a veces, aun cuando no lo parece; surgen en ellos alguna técnica, alguna referencia o algún ejercicio procedente del proceso de creación teatral.

Una buena obra de teatro es el resultado de repetir, repetir y repetir: cada ensayo, una repetición; cada función, otra repetición. Representar una obra de teatro no consiste en reproducir cada palabra, cada silencio fielmente tal y como vienen recogidos en el guión, ni de repetir una partitura de movimientos de manera mecánica y sincronizada; se trata de interpretar desde la verdad, de convertir cada repetición, cada ensayo, cada función, en una auténtica primera vez, consiste en establecer una genuina conexión con el personaje y con la historia que cuenta, y obtener como resultado una experiencia única y especial.

¿Y no es eso mismo lo que hacemos día a día en nuestro trabajo?: repetir, repetir y repetir.
¿Interpretas tu trabajo o simplemente haces tu trabajo?, ¿nunca es igual o siempre es lo mismo?, ¿actúas como si fuera la primera vez o se nota que eso ya lo has hecho mil veces hoy?

No es fácil interpretar a tu personaje en cada escena, pero si los actores y las actrices lo consiguen, por qué tú no lo puedes conseguir.

Dentro de la secuencia de actividades de entrenamiento que solemos proponer, introducimos un ejercicio que consiste en comenzar a andar hacia el frente y, al atravesar una línea imaginaria trazada sobre el suelo, dejamos de ser nosotros para convertirnos en un personaje. Un personaje que anda y se mueve de una manera peculiar, que habla y se expresa de una manera diferente a como lo hacemos habitualmente. No hay mucho tiempo para pensar (sólo unos pasos) pero es al cruzar la línea, cuando de manera casi inesperada, nos encontramos con el personaje. De pronto el cuerpo se dobla o se estira, aparece un tic, se inmovilizan ciertas partes de nuestro cuerpo, nuestra voz cambia… ya no somos nosotros. La actividad continúa hasta que al llegar al final de la sala, giramos y volvemos a nuestro punto de origen y justamente al atravesar de nuevo la línea imaginaria, dejamos atrás al personaje y volvemos a ser nosotros. Más adelante, con otros ejercicios, trabajamos sobre ese personaje depurando los movimientos, afinando los tics, perfeccionando el habla hasta que en un tiempo relativamente corto hemos conseguido crear un engendro que tiene una historia que contar, algo que decir y que se relaciona con el resto de personajes que le rodean (el resto de las personas que también han cruzado la línea).

La actividad de cruzar la línea es la metáfora de la línea que cruzamos cada día cuando nos incorporamos a nuestros puestos de trabajo. Cruzamos la línea y dejamos de ser “yo” para convertirnos en “yo trabajando” y en ese momento tenemos dos opciones o bien fusionarnos con el personaje o bien distanciarnos del mismo. Distanciarse del personaje significa interpretarlo desde su perspectiva y no desde la nuestra, prestarle nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras emociones para que se pueda expresar pero sintiendo que él es él y yo soy yo; no necesito sentir o pensar como él para representarlo. Fusionarse con el personaje significa interpretarlo desde nuestra perspectiva, sentir como él siente y pensar como él piensa corriendo el riesgo de que el personaje se apodere de nosotros porque no hay un límite claro entre él y yo.

¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la ira, el enfado, la tristeza o la frustración en el trabajo cuando no somos capaces de distanciarnos del personaje que estamos representando y hacemos nuestra la crítica, la burla o la indolencia de las personas con quienes nos relacionamos allí?

¿Alguien se imagina a un actor o actriz discutiendo con alguien del público que en medio de la representación interrumpe la función para criticar algún aspecto de la obra? El actor o la actriz o bien continúa con el guión ignorando lo sucedido o bien, acepta la intromisión como una propuesta que introduce en la historia y le da un sentido, porque el espectáculo debe continuar.

La metodología “training using drama” (formación a través del teatro) que usamos en los talleres y cursos de Ideas Poderosas nos proporciona un contexto de entrenamiento, una secuencia de aprendizaje, una disciplina de trabajo, una experiencia inspiradora, en fin, una metáfora de la vida. A través de ella aprendemos cada día el valor de la improvisación, de confiar en los demás, de romper paredes, de aceptar propuestas, de contar historias y de trabajar desde la verdad.

Training using drama es una experiencia de teatro convertida en metáfora de nuestro quehacer diario en el trabajo que potencia la expresión, la conexión y las historias del día a día.

‘El teatro conmueve, ilumina, incomoda, perturba, exalta, revela, provoca, trasgrede. Es una conversación compartida con la sociedad. El teatro es la primera de las artes que se enfrenta con la nada, las sombras y el silencio para que surjan la palabra, el movimiento, las luces y la vida’
Manifiesto del Teatro 2006, Un rayo de esperanza

Feliz Día Internacional del Teatro

Hablando en público: atajos a ninguna parte

No nos engañemos. No es verdad que exista el orador perfecto, el presentador ideal o un estilo de hablar en público excelente. Tal vez ni el mismo Steve Jobs habría conseguido inspirar a los miembros de la junta directiva de la almazara del pueblo de aquí al lado.

Esa es al menos mi experiencia después de más de 10 años trabajando con grupos de estudiantes y profesionales que quieren prepararse para ser docentes o para realizar ponencias o presentaciones delante de todo tipo de audiencias (jóvenes, padres, clientes, emprendedores, profesionales de la salud, de las ventas, equipos directivos, etc.). La gran mayoría de ellos llegan buscando parecerse a algún docente que alguna vez tuvieron y les impactó o a cualquier otro modelo de orador ideal, y piensan que para lograrlo deben comenzar por negarse a ellos mismos y a su propia historia, tratando de huir de sus habilidades y de sus emociones, de su cuerpo, de su voz, de su forma natural de mirar, de escuchar, o de moverse. Es como si gran parte de lo que son y su propia biografía de aprendizaje les resultara un inconveniente para hablar en público.

No es extraño que esto sea así si tenemos en cuenta la cantidad de libros de autoayuda, manuales o cursos que venden la idea de que aprender a hablar en público es una habilidad en la que las emociones como el miedo o la ansiedad hay que eliminarlas o controlarlas, y que basta con mezclar los ingredientes correctos, previamente definidos según el modelo ideal, para llegar a dominar esta competencia.

Sin embargo, este tipo de libros y de cursos, tal y como aparentemente están planteados la mayoría de ellos, en no pocas ocasiones pudieran ser más contraproducentes que beneficiosos. Puede ocurrir que termines el taller y vuelvas a casa con una gran cantidad de instrucciones acerca de cómo debes moverte y gesticular, qué hacer con las manos, la manera correcta de mirar, la velocidad del habla o la entonación más adecuada. Todo esto, tan alejado de tí mismo, de la forma natural de ser tú que, en el mejor de los casos, gracias a estos cursos, puedes llegar a ser un orador autómata correcto, sin tus viejas imperfecciones pero también sin tu huella personal, sin voz propia.

Pero el enfoque debiera ser otro, el objetivo de estos talleres no debería ser formar oradores perfectos según marcan los manuales o los expertos de “última generación”. La clave debiera estar en aprender a expresar las ideas con claridad para inspirar y construir emociones y vínculos de confianza y credibilidad con las personas que escuchan. Y para conseguir esto no existe un único modelo. Recuerdo ahora algunas charlas TED y ciertas exposiciones memorables de alumnos y de participantes en nuestros talleres que realmente han conseguido conectar conmigo e inspirarme, y entre ellos he visto de todo. Mientras unos utilizaban gran parte del escenario en su charla, otros no salían de su atril; mientras unos casi no gesticulaban, otros movían las manos con gran intensidad; mientras algunos leían su discurso, otros no tenía ningún tipo de ayuda escrita; unos parecían muy extrovertidos y seguros mientras que otros parecían ser más humildes y tímidos. Entonces, ante tantas diferencias, qué es lo que hace que todos consigan captar nuestro interés y ‘engancharnos’ ¿cómo lo hacen? Yo creo que hay tres aspectos que todos ellos comparten:

Coherencia, cada actuación es una unidad coherente en sí; su discurso, su voz, su mensaje, su forma de mirar, su timidez o su extroversión tienen sentido en su conjunto, se fortalecen entre sí y hacen más poderoso el mensaje o el propósito de la presentación.
Autenticidad, todos parecen trabajar desde la verdad; es como si eso que dejan ver fuera realmente ellos mismos, que su voz, su mirada, sus gestos o sus palabras son suyas, sin sobreactuaciones y sin la perfección fría de un autómata.
Pasión por lo que están contando. Aunque esa misma exposición la hayan hecho con anterioridad en tres o en siete ocasiones, cada actuación resulta tan fresca, tan apasionada y tan espontánea como si fuese la primera vez.

Coherencia, autenticidad y pasión, lo demás es superfluo.

Y es que hablar en público es un play que tiene que ver con conectar con los demás y para conectar con otros tenemos que dejarnos mirar, por eso nos preparan un lugar privilegiado y especial a la vista y al alcance de todos. Una vez allí hay que dejarse ver y trabajar desde la verdad, dejando a un lado lo que queremos ser para ser quienes realmente somos. Y en todo este juego, las cartas de la vulnerabilidad, del miedo o la vergüenza juegan un papel a veces tan incómodo como necesario e inexcusable.
Por todo ello no acaba de gustarme el enfoque mecánico y mercantilista que frecuentemente se le da a algunos temas relacionados con el entrenamiento y el desarrollo profesional y personal. Un todo a 100. Un tú pagas y yo te doy la solución fácil y rápida que necesitas y que yo conozco y domino.

Creo que los docentes, formadores o entrenadores debemos ser más cabales y reconocer que en esto del desarrollo personal/profesional no existen las fórmulas mágicas, que lo fácil y rápido no es más que una estrategia de marketing en forma de quimera que vende muy bien en un mundo que vive demasiado deprisa; que el descubrimiento de la lentitud es imprescindible para el aprendizaje y que los grandes avances se consiguen a golpe de incertidumbre y de corazonadas lentas.

Porque hablar en público tiene mucho más de pasión que de instrucción, mucho más de orgánico que de mecánico, es más un trabajo de artesanos que de cadenas de montaje y por eso necesitamos la autenticidad como punto de partida.

Cuando el proceso de aprendizaje a hablar en público te acerca a un supuesto ideal pero te aleja de tí mismo, de tus cualidades, de tus emociones y de tus valores, todo suele quedar en una experiencia interesante, pero pronto mucho de lo vivido se olvidará y se quedará fuera de tu trabajo porque no encaja con quien eres ni con tu vida cotidiana. ¿Por qué quieres parecerte a un orador de Silicon Valley si tu tarea consiste en trabajar con un grupo de empresarias, de mujeres o de estudiantes de una capital de provincias?. ¡¡¡Ay, otra vez el contexto!!!.

No estoy diciendo que no sea útil aprender y ensayar mejores formas de comunicarte, de construir ideas y conectar a tu audiencia con ellas. No hay nada de malo en querer cambiar y desarrollar nuevas habilidades. Todo lo contrario. Sin embargo tener que ser un orador perfecto al estilo de Sir Ken Robinson o Brené Brown negando lo que somos puede ser una tiranía. Demasiada presión para avanzar, una trampa y una paradoja que intentando escapar de tu biografía te lleva a la peor versión de tí mismo.

Por todos estos motivos, desde Ideas Poderosas no tenemos reglas fijas o un modelo ideal a seguir y preferimos partir desde ideas más que desde reglas o mensajes. En Ideas Poderosas nos gusta comenzar por escuchar, por conocer de cerca a nuestros participantes, los contextos reales en los que se desenvuelven, sus para qué y sus porqués a la hora de hacer este taller. En Ideas Poderosas preferimos trabajar desde lo que son, mirando tanto a la función como a la morfología de la conductas relacionadas con la competencia de hablar en público que tratamos de ir construyendo con ellos. Intentamos ayudar a que cada participante encuentre su estilo personal, que se reconozca en el reto, en la incertidumbre y en la ansiedad que puede provocarle hablar en público, que encuentren su propia voz, y ayudarles a que disfruten del proceso.

En Ideas Poderosas creemos que trabajar a partir del reconocimiento y la aceptación de lo que cada uno es y comprometerse desde el entorno y los valores propios para avanzar y llegar tan lejos como se quiera, se pueda, y el escenario permita, es el mejor punto de partida posible para cualquier proceso de desarrollo personal-profesional. El resto son atajos a ninguna parte.