Estar motivado no es igual que estar sediento

No es lo mismo levantarte para beber un vaso de agua porque estás sediento que ponerte frente a un libro de texto para estudiar porque estás motivado.
No es lo mismo buscar un restaurante bueno, bonito y barato para comer porque tienes hambre que sentarte frente al ordenador a realizar el informe que te ha pedido tu jefe porque estás motivado.
No es lo mismo pasar la tarde en el parque infantil para jugar con tus hijos porque disfrutas estando con ellos que pasar la tarde encerrado haciendo horas extra en la sala de reuniones en la empresa para solucionar un problema porque estás motivado.

No, no es lo mismo.

La razón o el motivo por el cual prefieres pasarte la mañana del sábado tumbado en el sofá sin hacer nada en lugar de salir a hacer un poco de ejercicio físico no es “porque no tienes motivación”.
La razón o el motivo por el cual tu hijo o hija prefiere pasarse la tarde jugando con la videoconsola en lugar de estudiar para el examen de mañana no es “porque no tiene motivación”.
La razón o el motivo por el cual tu compañero de trabajo no realiza con calidad y a tiempo la presentación que tenéis que presentar conjuntamente el viernes no es “porque no tiene motivación”.

No, no es la razón ni el motivo.

La motivación no se tiene o se posee: a más motivación, más y mejor ejecución, a menos motivación, menos y peor ejecución. Si piensas así, ¡ya me dirás como crees que puedes“echar más motivación” en tu vida o en la vida de las personas que te rodean!, ¿Cómo se hace eso?

Si movilizas una serie de recursos y conductas para ponerte frente al libro de texto para estudiar no es porque estés motivado, sino porque o bien tienes muchas ganas de aprender (la curiosidad te supera) o porque no sacar una buena nota en el examen puede acarrearte una serie de consecuencias que no son de tu agrado.

Si movilizas una serie de recursos y conductas para pasar la tarde encerrado en la sala de reuniones haciendo horas extra, no es porque estés motivado, sino porque, o bien si solucionas el problema obtienes un reconocimiento, una recompensa o una satisfacción o porque si no lo haces es posible que tus superiores tomen medidas poco agradables si no consigues la solución.

Si tu hijo o hija se pasa la tarde frente a la videoconsola en lugar de preparar el examen de mañana, no es porque no esté motivado/a, sino porque la satisfacción que le produce hacer lo primero supera con creces hacer lo segundo.

Si tu compañero de trabajo no realiza con calidad y a tiempo la presentación, no es porque no esté motivado, sino porque o no sabe o no le encuentra utilidad o prefiere que lo hagas tú (que generalmente le sacas las castañas del fuego).

Tener hambre o sed, disfrutar, descansar, obtener reconocimiento, ganar un aumento de sueldo, sentirme bien, sacar buenas notas… estos son algunos motivos por los cuales somos capaces de implicarnos en tareas, algunas veces aparentemente arduas o costosas, y dedicar tiempo y esfuerzo para obtener lo que necesito, deseo o me interesa.

Entonces, ¿qué es la motivación?, la motivación no es más que una palabra que describe y resume los esfuerzos que hace una persona para obtener algo, no es la causa de las acciones sino la persistencia de su comportamiento.

La próxima vez que intentes explicar la razón por la cual tú no te pones el chándal para salir a correr, tus hijos no se disponen a estudiar para aprobar el examen, tus compañeros de trabajo no desarrollan su actividad con calidad y precisión o tus alumnos no se comprometen con las tareas que les encomiendas, no pienses que el motivo es que están poco motivados (con la carga de culpa y responsabilidad que eso supone para las personas a las que les exiges motivación), piensa que la razón es que o bien lo que tienen que hacer no les reporta un beneficio, o que otras actividades alternativas son más agradables que las que les propones o simplemente, que lo que les ofreces no les interesa en absoluto.

La próxima vez que quieras iniciar una estrategia motivadora en casa, en el trabajo, en el aula, donde sea; piensa en qué necesitan, desean o le interesa a las personas y diseña el entorno de tal manera que, realizando las conductas que solicitas, puedan obtener aquello que necesitan, desean o les interesa.

El punto de mira de la motivación debe estar en la persona pero los cambios que tú puedes hacer están en el entorno. No puedes cambiar a la persona, pero sí puedes modificar el contexto. Por ello, te recomendamos que te conviertas en un señalizador de comportamientos (arquitecto de contextos) y en un administrador de consecuencias.

Y recuerda, estar motivado no es lo mismo que estar sediento.

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