Sobre las verdades a medias del lenguaje

Nuestro lenguaje sobre el lenguaje está basado en un viejo mito, una metáfora que por un lado nos ayuda a entender(nos) y hablar(nos) sobre una falsa realidad objetiva, y que a la vez nos sitúa de una manera y no otra en el mundo, estructura la forma en que percibimos lo que quiera que sea esa realidad y el modo en que nos relacionamos con ella y con los demás.

Michael Reddy se refiere a esta forma de entender el lenguaje como “la metáfora del canal”. Esta metáfora plantea que las ideas, los mensajes (significados) son objetos, las expresiones lingüísticas serían una suerte de recipientes que contendrían estos objetos y la comunicación consisitría en el envío de un lado a otro, de una persona a otra de estos objetos debidamente “empaquetados”.

Esta es la caprichosa y cansina descripción de comunicación que desde pequeños nos han enseñado, que siempre hemos creído y que configura en cierto modo nuestra manera de entender las relaciones, los conflictos, la posesión de la verdad o incluso las relaciones de poder. Un modelo que ayuda a justificar ciertas concepciones y metodologías “industriales” de la comunicación, y el aprendizaje en el que el conocimiento no se descubre, no se construye ni se genera con el otro, sino que se posee como verdad cierta por parte de los docentes, los expertos o los políticos, y que éstos habrán de transportar, vender o regalar a su alumnado que aprende o a sus ignorantes ciudadanos.

“Emisor-mensaje-canal-receptor-….”, una aparente verdad irrefutable y universal un modelo fácil para explicar lo que implica la comunciación. Se podría decir que se trata de un patrón adecuado, incluso útil, para enfrentarnos de una manera racional con nuestras complicadas experiencias como seres verbales, como animales sociales. Se trata en definitiva, de una inteligente pirueta lingüística que nos ayuda a transformar algo tremendamente contextual, complejo y multicausado en algo más lineal, mecánico, manipulable y entendible.

Esta metáfora del canal supone que las palabras tienen significados en sí mismas como contenedoras de mensajes, de significados que son independientes de cualquier contexto o de cualquier hablante/oyente. En cierta manera esta metáfora es cierta y justa en muchas situaciones, aquellas en las que las diferencias de contexto y las diversas experiencias vitales de los oyentes y los hablantes son mínimas, no tienen importancia o no son relevantes.

Sin embargo el conocimiento, el significado nunca estará en las palabras, en la oración misma, y habrá por tanto ocasiones en las que tiene mucha importancia el contexto, quiénes están diciendo o escuchando esas frases y cuál es su visión del mundo, sus intenciones, sus intereses o sus actitudes sociales y políticas.

Sería importante no perder de vista que esta metáfora del canal, que tan bien hemos aprendido hasta el punto de impregnar nuestro ADN social con ella, nos proporciona una visión útil pero parcial de lo que es la comunicación y todo lo que ella implica, y que resaltando unos aspectos de la misma se ocultan otros que nos exigirían como padres, educadores, directores, periodistas, políticos,… más humildad y una mayor aceptación, reconocimiento y compromiso con los demás.
Por tanto, sin dejar de aceptar las ventajas y beneficios de esta concepción de la comunicación (y por tanto de las relaciones -de poder-, del aprendizaje, de la enseñanza, de la dirección de grupos,..), no deberíamos dejar de reconocer que ésta no es más que una metáfora, una manera de entender(nos) y de hablar(nos) sobre el lenguaje y por tanto sobre nosotros mismos.

Las implicaciones de esto para oradores , profesores, gestores, consultores, psicólogos, políticos… es tremenda. ¿Eres más canal o explorador, ponente o buscador, crees que tu papel es transmitir información o construir y compartir significados con tu audiencia, acabas tus exposiciones generando(te) más preguntas o más respuestas?

Por todo ello en Ideas Poderosas huimos de fórmulas mágicas o libros de recetas cuando planteamos nuestros cursos, por eso no nos queda más remedio que aceptar la necesaria incertidumbre y la inevitable improvisación en nuestro talleres. Porque pensamos que aprender a comunicar es más un proceso orgánico que industrial, que tiene que ver con cómo te relaciones contigo mismo y con los demás, con tus miedos a dejarte ver, con tus propósitos, tus valores, con tu historia, con tus intenciones. Por eso lo primero que te proponemos es que no huyas de tus emociones, sino trabajar desde ellas, creemos que esta es la mejor forma de encontrar tu voz.
Y cuando una persona encuentra humildemente su voz, hasta sus silencios tienen sentido.

Nota: Algunas de estas reflexiones surgen a raiz de la lectura del libro: Metáforas de la vida cotidiana. George Lakoff y Mark Johnson. Catedra, 2005

Amores imperfectos (iii): Confronting confort

No suelo elegir el autobús sobre el coche, ni desactivar el aire acondicionado durante el verano o ponerme jerseys en casa en invierno, sin embargo, soy parte del mismo ’99 por ciento’ que exige una redistribución justa de la riqueza y de los bienes . Esta contradicción puede ser análoga a la que se enfrentan los ecologistas cuando cogen el avión para hacer política en contra de la contaminación causada por las emisiones de dióxido de carbono. La capacidad sin igual de los productos para ajustarse a los deseos individuales parece superar el esfuerzo colectivo necesario para lograr nuestras metas comunes.

Los comportamientos y los objetos están atados entre sí con millones de relaciones complejas. Objetos, como millones de pantallas; comportamientos, como millones de susurros dispersos enviados a receptores situados a gran distancia. Objetos como montañas de tazas preparadas para contener más café, a la espera de ser desechadas después de un solo uso; comportamientos como el acto de tirar vasos para café de papel. Objetos como bolsas de té ecológico del Nepal, comportamientos como la supervivencia de las personas involucradas en la cadena de producción para la fabricación de bolsas de té de Nepal. Comportamientos como dejar una porción de carne en el plato, objetos como la carne sobrante de esa misma vaca que se desecha en una bolsa de plástico negro.

El tamaño de una casa es un objeto al igual que su ubicación hace referencia a un comportamiento social. Las pantallas de ordenador, las bolsas de té, los vasos de plástico o papel , bistecs, casas…- todos los productos llevan dentro esperanzas de redención.

La noción de ‘necesidad’ está construida históricamente: los tiempos pasados no eran sólo tiempos incómodos, tiempos de sufrimiento, a pesar de que los productos eran más escasos de lo que son ahora. Todas las calles medievales no eran barrios pobres, y la gente en ciudades como El Cairo o Bangkok se las arregló para hacer su trabajo en las largas y calientes tardes de verano antes de la invención del aire acondicionado. A un nivel más reciente y personal , antes de la era de los desinfectantes de manos yo no enfermaba con mayor frecuencia. Sin embargo, la intrigante relación entre el esfuerzo y el sufrimiento parece haber bloqueado el mismo sentido común colectivo que nos hace ser consecuentes con la importancia de viajar en autobús en lugar del coche. La libertad individual pone en peligro la libertad de todos. Objetos que satisfacen nuestras necesidades de comodidad se acumulan en vertederos de gran tamaño, barrios marginales, atascos: estamos muy familiarizados con las imágenes de selvas y playas puestas en peligro. Sin embargo, el lujo duradero tiende a convertirse en un derecho, y los artilugios que nos proporcionan comodidad parecen ser inevitables.

El comportamiento es débil, los objetos son confiables. Dentro de este paradigma, la esfera colectiva es como un zoológico desconcertado, como una fiesta insoportable, como cualquier otra adicción.

Publicación original en el BMW Guggenheim Lab Blog.
Fotografía de Agnes Gunawan

Machismo y medios de comunicación

“12 causas para un 2013 menos machista” dedica el mes de julio a machismo y medios de comunicación, por eso, esta mañana, al comprar mi diario, he dado un vistazo a las portadas de la principal prensa nacional, incluida la deportiva. La foto principal, en dos de ellos, es de un grupo de personas, mayoritaria, si no exclusivamente, de hombres. En otros dos, tenemos a los Papas Francisco y Benedicto. En los deportivos, los deportistas; los, no las.

Sabía lo que me iba a encontrar; es un “juego” que practico desde hace años y sí, día tras día, esto es así. Cuando se fotografía a personas, los medios entienden que el hombre representa a la humanidad. La excepción solo confirma la regla. ¿Estoy exagerando? Mira cualquier diario, éste que tienes entre tus manos. Muchísimas más imágenes e información de hombres que de mujeres ¿verdad? ¡Y suerte que hoy no es lunes! Eso sí, para compensarnos, en el interior del que he leído, y a toda página, una guapa joven en bikini nos recomienda reservar ya nuestras vacaciones, y otra, con boca y ojos muy abiertos nos anuncia las rebajas del grande de los grandes. Cada cual en su papel.

¿Eso es reflejo del mundo real? No, señores medios; somos mujeres y hombres. Y si me apuran, unas poquitas más mujeres. ¿Qué ocurre entonces? ¿Es razonable que unos perdedores acaparen las portadas negadas a las campeonas? ¿Qué mecanismos, qué filtros, le llevan a una de las principales cadena de radio a entrevistar a diez hombres como los personajes claves de la autonomía andaluza? ¿Le parecería a usted normal al revés?

Pero los medios de comunicación podrían tener un papel decisivo para lograr la igualdad entre mujeres y hombres. Así, por ejemplo, en la televisión, que es un medio que llega e influye en la mayoría, y que tan machista es con frecuencia, ha habido alguna serie que mostraba modelos de socialización positivos, series que han tratado de una manera muy acertada el mundo laboral, la conciliación, la violencia de género o el acoso sexual.

Con internet, el acceso a la información, a la comunicación y al conocimiento son derechos de la ciudadanía. Las mujeres no podemos estar excluidas. El feminismo tiene esperanzas de que así sea.

El comportamiento de los científicos

Aceptemos que las verdades existen, pero sólo si reconocemos que son subjetivas. Las verdades objetivas son a la vez una especie de quimera, una tiranía y una ficción inventada.
Aceptemos el conocimiento científico como cierto pero sólo si reconocemos que es antes que nada conducta verbal de científicxs, que interactúan con el mundo y diseñan experimentos que ayudan a establecer relaciones, a describir contingencias y a predecir otras nuevas.

El método científico marca unas reglas que delimitan las fronteras del juego, estas reglas no son mandamientos de una religión, sino una potente herramienta que puede ser utilizada con más o menos pericia, entusiasmo o creatividad. El trabajo de lxs científicxs es tremendamente creativo, las reglas del método científico configuran un escenario que se presta a ser abordado de infinitas maneras. Más allá del impacto de una nueva certeza es esa herramienta la que carga de razón cada nuevo descubrimiento. Lxs científicos tienen la razón porque tienen un método, no porque tengan la verdad. Y esta verdad permanecerá como tal hasta que, utilizando el mismo método, sea sustituida por otra nueva.

A lo que íbamos, como se acaba de afirmar, el método científico marca una reglas ineludibles y necesarias, sin embargo la conducta de lxs científicxs en el estudio concreto de un hecho no debe estar gobernada por reglas sino moldeada directamente por las contingencias –más por el yo que actúa que por el yo que recuerda-, lo que significa que han de estar abiertxs a abrazar la infidelidad a si mismxs, a las propias creencias, a los intereses de sus pagadores, a sus hipótesis de partida, a sus descubrimientos previos.

Como quiera que los hallazgos y los conocimientos no pueden desligarse del contexto histórico y cultural en el que aparecen ni del comportamiento del que los elabora, es un error ubicar los resultados de la ciencia fuera de la interacción de los científicos con en el que mundo en el que trabajan y los hechos que estudian.

Y sobre esto Dan Ariely cuenta su historia de manera directa y sincera: ‘Lo más dificil, por supuesto, es reconocer que nosotros también a veces, estamos cegados por nuestros propios incentivos. Y esa es una lección mucho, mucho más dificil a tener en cuenta. Porque no vemos como el conflicto de intereses nos afecta. Cuándo estaba haciendo estos experimentos, en mi cabeza, yo estaba ayudando a la ciencia. Estaba eliminando los datos para llegar a un patrón verdadero. No estaba haciendo nada malo. En mi mente, yo era un caballero tratando de ayudar en el progreso de la ciencia. Pero este no era el caso.Yo estaba interfiriendo en el proceso con las mejores intenciones. Y creo que el desafío real es darnos cuenta cuáles son los casos en nuestras vidas donde el conflicto de intereses nos afecta, y no confiar en nuestra propia intuición para sobreponernos, sino tratar de hacer algo para prevenir que seamos victimas de estas conductas, porque podemos crear circunstancias no deseadas’.

Los conflictos de intereses (económicos, incentivos, temores, prestigio, reconocimiento,…) nos pueden llevar a ignorar unos datos, a sobrevalorar otros, a mirar a otro lado y de esta manera a inventar realidades -especialmente realidades sociales– sesgadas que terminan funcionando como una guía para la acción futura, haciendo así probable que estas realidades se conviertan en profecías autocumplidas. Por tanto en ocasiones se debiera tener cuidado con lo que nos cuentan que cuenta la ciencia para entender la realidad.

Al igual que Newton no estaba por encima de los efectos de la gravedad que el mismo definió, y seguía pegado a la tierra por la misma fuerza que hizo caer su manzana, ningún aprendiz, ningún científico o profesional es ajeno a su entorno y a las consecuencias de su propia mirada, de sus propuestas, sus pasiones, sus trabajos o sus descubrimientos.

Ser conscientes de nuestra imposible neutralidad, reconocer que nuestras decisiones (tanto si somos alumnos como docentes, jefes o subordinados, psicólogos o clientes, aprendices o expertos,…) también están sujetas a los mismos principios que influyen en el comportamiento y decisiones del resto de los mortales para los que trabajamos, saber distinguir entre las causas de nuestras elecciones y las razones que sobre ellas nos damos (para dormir tranquilos, para encontrar(nos) un sentido o para escapar de nosotros mismos y nuestra respons-abilidad) parecen ser parte de la cadena de honestidad necesaria para crear esas verdades-subjetivas útiles y comprometidas, responsables e innovadoras.

¿Machista o feminista?

“Ni una cosa ni la otra” me dirás. Siento contradecirte pero esto no puede ser. Y es que si buscamos los dos términos en el Diccionario de la Real Academia leemos que machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. El feminismo, por su parte, exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.
Como vemos el primero implica privilegios y el segundo no. La sociedad en que vivimos es machista, ello hace que todas las personas, en mayor o menor medida, lo seamos. Ser feminista consiste en darse cuenta de esa injusticia y tratar, cada cual con sus posibilidades, de eliminarla. En la medida en que dejamos de ser machistas somos feministas. Hay que tomar partido y estás en un lado o en el otro.
El feminismo es bueno porque es justo. Otra cosa es que te interese. Cuestiona el orden establecido pero quien tiene privilegios quiere conservarlos. A los hombres les cuesta cederlos y a nosotras también. El hombre tendrá que prescindir de situaciones ventajosas en mayor medida que la mujer, pero ambos cederán.
El machismo se asienta en la violencia contra la mujer, permite mutilar genitales de niñas invocando una tradición cultural. Le gusta que la mujer siga en el ámbito doméstico. Justifica que las mujeres ganen menos por el mismo trabajo. Que el poder esté en manos masculinas. Sólo aporta sufrimiento. Y ve natural que todo esto sea así.
Gracias al feminismo las mujeres conseguimos votar, estudiar, trabajar, decidir. El feminismo puso en la agenda política mundial el problema de la violencia de género. Y acabará con ella. Nos hace rebeldes. Podemos contemplar la maternidad como opción no como obligación. Igual que el matrimonio. No hay ruta predeterminada. Nos libera de un destino de subordinación y discriminación. En definitiva, el feminismo nos ofrece a las mujeres la posibilidad de ser personas.
A los hombres también. Les dice, por ejemplo, que no recae sobre ellos la responsabilidad de sustentar una familia. Porque ser hombre o ser mujer según los cánones establecidos es muy cansado.
Gracias al feminismo, podemos ser cómo queramos. El feminismo es una manera de estar en el mundo. ¡Vamos!

Amores imperfectos II

En el avión de vuelta un señor me habla de lo enano que se ha hecho el mundo, de lo perverso que es el capitalismo, del número de planetas que consumimos actualmente, de lo ridícula que se ha hecho la gente, mientras elegimos en la carta de vinos de la clase Business Plus que me toca de rebote y mientras probablemente hacemos uso de todo eso que criticamos. Espero el momento para preguntarle y qué hacemos los ricos.

Lo cierto es que tengo la sensación acumulada y discutida de que las diferencias lo son menos que antes; y que el mero concepto de lo ‘diferente’ se ha devaluado. Lo diferente ahora es algo de los matices y mi viaje tiene poco de aventura, las personas y los lugares nos parecemos cada vez más.

La libertad, que busca y crea causalidades, nos lleva a conectar lo que antes estaba disociado, pero conectar cosas e ideas y personas es uno y el mismo fenómeno con el cambio climático, son autopistas sobre la selva tropical de la cual sólo veo árboles ralos rodeados de un homongeneo manto de cultivo e infraestructura camino de Rio de Janeiro.
Asociando lo que antes estaba separado (las lenguas, los gustos, los ideales, los alimentos, las políticas, los sabores, etc) inevitablemente barremos los márgenes de un sistéma ecológico donde existían lugares sin traducción, rincones donde la humanidad hablaba otro idioma y respiraba otro aire.

La lectura de este mismo mensaje traza en sus destinatarios y emisor esa infraestructura del espacio común dominante. Los minutos que cada día compartimos en ese espacio común (mensajes, marcas, canciones, pensamientos, frases hechas) reducimos un poco más la diversidad. La cultura es cada vez más una curiosidad y el turismo entrará pronto en crisis, cada vez es más difícil hacer regalos de viaje, adonde ir cuando no haya nada exótico?, la búsqueda moderna de lo exótico puede haber sido una forma para incorporar lo diferente en lo igual, dentro de doscientos años me pregunto a qué distancia estará el español del inglés.

Si acaso, la homogeneidad se dividirá entre quienes median con las cosas (un concierto real de música) y quienes median con las maquinas que median con cosas (quienes van al médico por youtube). La misma mecánica de los rendimientos marginales (creo que se llama) que aplicamos a los bienes reclama su eficiencia en otras esferas de la vida: si un tipo de mensaje, si un ideal puede alcanzarnos a todos porqué tener varios.

El asunto es cuánto podremos subvencionar la diversidad, los tomates con piel gorda, los osos polares, las lenguas muertas, los bailes regionales, el hielo, la música que de verdad es alternativa, el amor atípico, la vida privada.

El vocabulario de lo real ya es menor y las diferencias nacerán como burbujas dentro de la homogeneidad; discutiremos sobre las diferencias entre este y ese capuchino, lo invisible estará en otras cosas y por un tiempo seremos más parecidos, aunque no debemos sentir nostalgia por las palabras perdidas sino reafirmar la dentellada que un lobo debe dar a una oveja: no podemos querer ser diferentes pero entendernos entre todos.

Pensiones de mujer, desigualdad salarial

Si usted dice que va a hacer reformas en su casa sabemos que quiere mejorarla. Si el Gobierno habla de reformar las pensiones tenemos claro que no. Se llama “hacer el sistema sostenible”. Si para ello se reúne un grupo de expertos ya no tendremos duda de que la cosa acabará fatal para nuestros intereses. El viernes próximo será la cuarta reunión.

Mercedes Ayuso, única integrante del grupo, impide que podamos hablar de “Doce hombres sin piedad”. Pretenden estas personas que suban las pensiones cuando crezca el producto interior bruto (o sea, ahora no) y que bajen en la crisis (es decir, ahora sí). También se habla de vincular la pensión a la esperanza de vida, lo que me ha recordado las palabras del ministro japonés de Finanzas, sobre que las personas mayores deben “darse prisa y morir” para no ser gravosas para el Estado. No sé si al caer en la cuenta de que las mujeres viven de media más años que los hombres, a Taro Aso, que así se llama el sujeto, se le ocurrirá alguna medida más contundente.

Pensé en mi pensión. Esto, claro está, en el caso para mí deseable de que lo pueda contar, y que, llegada mi edad de jubilación, en España quede aún algún derecho laboral.

Sabía que las mujeres ganamos menos que los hombres, existe desigualdad salarial, como también que todos los datos de empleo son peores. Pues luego, es aún peor: Según las estadísticas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a 1 de abril la pensión media por jubilación de un hombre es 1.140 euros, la de una mujer 688 y si es viuda 628. Diez euros, seis, y cinco y medio. Esa es la proporción y eso es violencia económica.

Qué busquen en otra parte porque aquí no sé qué quieren rebajar. Comparando: Por cada 8 jubilados sólo uno cobra más de 2.000 euros. Si eres viuda esto ocurre una de cada 3000 veces. Has leído bien: 8 y 3.000. Algún dato más de las pensionistas: Hay algo más de 2 millones de viudas. De ellas, un millón y medio cobra menos de 645 euros. La mitad tienen más de 80 años y muchísimas viven solas con los gastos extra que ello supone. Ahora se pagan parte de sus medicinas. Sí, comparo dos colectivos diferentes, jubilados y viudas, pero no está en mi ánimo engañar sino hacer visible. Unos cotizaron; otras, en su mayoría, no. El sistema te empuja a ser familia pero la realidad te recuerda que eres individuo. Estos hombres y estas mujeres vivieron a la vez en la misma España y con el modelo de familia tradicional en que el trabajo de uno se remuneraba y el de otra no. Ellas no trabajaron menos pero su pensión sí es menor. Esto va cambiando, ahora más del 40% del empleo es femenino. No obstante, recuerda: base reguladora y años cotizados. Y los cuidados no cotizan.

Ecofeminismo

Le comentaba a una amiga que como estamos en abril “me toca” hablar de ecofeminismo. ¿Eco qué?, me dijo. Pensé entonces que si una persona con buena formación y gran lectora no había oído el término era muy probable que a la mayoría le ocurra igual. De hecho mi ordenador tampoco conoce el término. El ecofeminismo busca las sinergias de dos movimientos: el ecologismo y el feminismo. La primera sugiere “verde”, la segunda “mujer”. Estamos en el buen camino. El ecofeminismo hace propuestas para que las opciones a las crisis actuales sean sostenibles. Si convives de una manera armoniosa con aquello que te rodea y tienes una conciencia ciudadana sólida, ¡enhorabuena! Tienes muchas probabilidades de ser ecofeminista. Eres feminista y también ecologista.

Como señala Yayo Herrero “la subordinación de las mujeres a los hombres y la explotación de la naturaleza responden a una lógica común: la de la dominación y desvalorización de la vida, tanto humana como material”. El hombre ha sometido a la naturaleza. También a la mujer. El ecofeminismo es una respuesta de hombres y mujeres a esta injusticia.

Los medios de comunicación banalizan la información del tiempo, y el cambio climático es un problema de tal magnitud que puede peligrar hasta la vida de los seres humanos en este planeta. Si nos importa nuestro bienestar, el bienestar de las personas ¿no tendríamos que reservar un lugar privilegiado para aquellos trabajos relacionados con el cuidado? ¿No deberíamos organizarnos para que la vida, no los mercados, fuera el centro?

El ecofeminismo quiere una economía al servicio de las personas, y se lleva bien con el medio ambiente, con respetar los ecosistemas, con el color verde, con palabras como reciclaje, sostenible, democracia, corresponsabilidad, paz. Hace buen maridaje con dar valor a todos los trabajos, a los productivos y, a los reproductivos; le gusta la economía social, las cooperativas; también las residencias de mayores autogestionadas, mira con buenos ojos a los bancos de tiempo, los medios de comunicación alternativos. Cree que es una buena idea lo de un salario máximo y que es necesario un consumo responsable de la energía.

Al ecofeminismo no le gusta el centralismo, la jerarquía, la caza, la muerte. Tampoco la división sexual del trabajo. Ni el consumismo, la ostentación o los paraísos fiscales. También recela de la exaltación patriótica.

El ecofeminismo será fundamental en este siglo XXI. Es una manera de estar en este planeta, de cuidarlo, es mirar la vida a través de unos ojos verdes de mujer. Yo creo que así se ve más bonita ¿y tú?

Nueva York: Amores Imperfectos

Las buenas historias acontecen cuando no tienes tiempo para que nada más ocurra. Ser lector y creador a la vez. saber que tu mirada es parte de la obra, que habitar el espacio es una manera de construirlo, que no hay más respuestas posibles que nuevas preguntas. Un mucho de estas cosas hay en Alejandro de Castro, además de un amor indisimulado a Nueva York y de un ir y venir imperfecto desde el Índico al Mediterraneo, desde Yakarta hasta Cádiz, desde el tiempo sin hora de las fabelas de Río a la puntualidad ordenada de Cambridge. El piano de su apartamento en el centro de Manhatan y la litera de sus años infantiles en Jaén son los dos puntos que unen su cordón umbilical con el conjuro frenético de la Gran Manzana. Sin tiempo siempre. Y siempre como si no hubiera pasado nada. (Bajo el nombre «Amores imperfectos», empezamos hoy a publicar en nuestro blog las cartas y las miradas compartidas por Alejandro, nuestro nuevo colaborador, desde NY. Esperamos que las disfrutéis tanto como nosotros)


 

El mundo no dejó de girar, pero se volvió más lento. Sería la pesadez del plástico sobre el Pacífico, o el efecto de la repetición cansina de los días. Quizás se debía a que demasiadas veces la novedad se había anunciado y ese cambio cualitativo, llamado a desvelar el nuevo ethos no llegaba no, no llegaba. No dejaban de caer noticias y sin embargo, eran palabras huecas dando el sabor erróneo al momento. El mundo se hizo algo tan pequeño y el bosón de Higgs ilimitado; la historia una fabricación más; el conocimiento, una fabricación más; la reflexión, una tarea administrativa; los argumentos, banners; la ambición, success; debatir, negociar; los conceptos, su señuelo; los conceptos, palabras; los humanos, terriblemente tontos. Lo más obvio se nos escapa y la ingeniería hace el resto. Esa es la tragedia de los Commons. La libertad de las partes, pero la falta de libertad del conjunto. En la primavera de 2013 la fiebre de las conexiones revelaba que toda forma de trabajo no es sino una tarea política, y que toda tarea política no es sino una manifestación económica.

En medio de esa noria, historias tremendas en mi mente que he visto continuamente, que olvido y debería recordar. Tantas. La memoria tiene ese haz. En la misa gospel de Riverside, que a golpe de mantra me abrió el corazón como una naranja. En la sauna turca de la 10 con la 1, con Leonidas, en los ratos de soledad sin internet ni nada más. Representando mi papel en tantas reuniones, en las que cada vez más siento ver a todo el mundo haciendo de Oz, con su altavoz. Recibiendo secretos sobre ese gramófono mágico de Oz, cenando en Barrio Chino. Bailando en Piano’s. A la gente por la noche le encanta estar guapa, muy apretada, como si fuera un carnaval. Las siluetas se han por fín liberado, y la andrógina luce su altura y rectitud con la voluptuosidad que antes fuera el Edén de la gordura. Los colores, la textura, los trajes, los brillos, son todos, y los labios siempre llevan un color fuerte, excepto la palidez ceniza de la belleza ultraurbana. Todos nos gustamos, y todos llevamos una historia dentro.

En Nueva York, toda la gente que conozco está detrás de algo, y compartimos una dopamina sobre la que patinamos de lunes a domingo. Todo Nueva York está viajando, se parece a un baile frenético, se parece a celebrar un gol, también a la inundación de un hormiguero. Es sencillamente indescriptible lo que hay dentro de la máquina de novedad. Es como un pulmón en plena carrera. Como la proa del Nautilus. Es como ser famoso. Como poder soñar despierto. Como trabajar de resaca también. Esta primavera, quizás porque me atrevo a mirar a Nueva York de reojo, la estoy disfrutando como antes no hice. Permitidme ser repetitivo: no me puedo acordar de todas las conversaciones que procuro y disfruto. Por algún motivo ya me encuentro a gente por la calle, conozco a los conocidos de amigos, mi nombre está en el de terceros. Los viernes cuando puedo me acurruco en un japonés y veo pasar las manadas de adrenalina de los college students. Los nuevos me miran como si llevase mucho tiempo. No creo que la ciudad sea sostenible, es más bien una excepción como lo pudo ser Roma, es una concentración de voluntad e intensidad que me hace pensar que difícilmente haya otras así. Por mucho que suene tonto, o pedante, sencillamente las noticias se hacen de pedazos de vida personal, y yo veo pedazos, por pequeños que sean ellos, de esa vida.

Varios mensajes previous a este tengo a medio escribir; la dificultad estriba en poder resumir mis noticias, y en mi dificultad de transmitir un mensaje. Pese a que no lo hay, os confieso mi fascinación, y mi sensación de peligro: porque la ecología de Nueva York es exceptional, y porque la de verdad creo que se está yendo al carajo por cosas que nacen o florecen en Nueva York.

Querido papá

Hoy, día del padre, me gustaría hablar de los permisos que, quienes trabajamos, tenemos cuando nace una criatura y que reflexionáramos sobre lo injusto de que sean inferiores para el padre, o lo absurdo, si pensamos en que hay distintos tipos de parejas y que, además de nacimiento, estamos hablando de adopción. Por tanto, más que de hombre y mujer quiero que me permitáis hablar de dos personas cuidadoras.

Actualmente, el permiso principal sigue siendo el de maternidad, de dieciséis semanas de duración. De ellas, seis son de uso exclusivo de la madre y de las diez restantes ella puede optar porque el otro progenitor disfrute de una parte determinada. Pese a esa flexibilidad es la mujer la que en un noventa y cuatro por ciento de los casos hace uso completo del mismo. Preguntémonos las causas.

Por otro lado, en toda la Ley de Igualdad la medida más innovadora fue el permiso de paternidad, un derecho individual y exclusivo del padre. Y ello es así, porque por primera vez en nuestra legislación una medida para conseguir la igualdad no iba dirigida a las mujeres. Con este permiso se intenta transformar el día a día de una familia, porque se pretende incentivar la implicación de los hombres en las responsabilidades familiares. Como no se puede transferir y si no se usa, se pierde, la mayoría de hombres disfruta de él, no como en el de maternidad.

Resumiendo, una trabajadora al ser madre tiene dieciséis semanas de permiso y un trabajador al ser padre sólo dos. Derechos diferentes. Mal mensaje ¿no? Ello significa que desde el poder se nos está diciendo que las mujeres han de ocupar el espacio doméstico y los hombres el público. También, que ser padre es menos que ser madre. Que ella es la actriz principal y él tiene un papel secundario. Como ello no es ni debe ser así, la plataforma PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intrasferibles por Nacimiento y Adopción) reivindica permisos parentales iguales e intransferibles de nacimiento y adopción.

Cuando los permisos sean iguales las tareas de cuidado serán compartidas, y eso nos beneficiará al conjunto de la sociedad. Las hijas e hijos serán quienes primero se alegren. Muchos padres tendrán tiempo para cuidar y disfrutar de su bebé; las mujeres, madres o no, no llevarán en la frente el sello que diga “menos disponible para el mercado laboral” y puede que, hasta el gobierno no sólo la vea justa, sino además conveniente, cuando la tasa de natalidad invierta su tendencia negativa.

En este día del padre, quienes tuvimos suerte en ese reparto sabemos que además de parir, hay muchos más verbos: querer, cuidar, alimentar, besar, reír, llorar, soñar, dormir, enseñar, regañar, amar, jugar, bailar,…y es que, por encima de las etiquetas que se empeñan en ponernos ¿hay algo más parecido a una madre que un padre?