l 27 de abril de cada año se celebra el Día internacional del Teatro. Un día en el que se trata de visibilizar la esencia de este arte que acompaña a la Humanidad desde tiempo inmemoriables.
El Teatro es la gran metáfora de la vida y en Ideas Poderosas descubrimos desde el principio las sugerentes e inspiradoras equivalencias que se pueden establecer entre el Teatro y el desarrollo personal y profesional.
Tuvimos la gran suerte de encontrarnos en el camino con Noelia Camacho, actriz y contadora de historias, con quien descubrimos todo un mundo de posibilidades metodológicas a introducir en nuestras acciones formativas y con quien aprendimos la virtud de contar que va más allá del hábito de explicar. Más tarde nos encontramos con César Guerra, también actor y creador de experiencias teatrales, quien nos enseñó el método, el camino y la pasión por la dramaturgia.
Desde entonces, el Teatro ha inspirado nuestros cursos y talleres y siempre que es posible; y a veces, aun cuando no lo parece; surgen en ellos alguna técnica, alguna referencia o algún ejercicio procedente del proceso de creación teatral.
Una buena obra de teatro es el resultado de repetir, repetir y repetir: cada ensayo, una repetición; cada función, otra repetición. Representar una obra de teatro no consiste en reproducir cada palabra, cada silencio fielmente tal y como vienen recogidos en el guión, ni de repetir una partitura de movimientos de manera mecánica y sincronizada; se trata de interpretar desde la verdad, de convertir cada repetición, cada ensayo, cada función, en una auténtica primera vez, consiste en establecer una genuina conexión con el personaje y con la historia que cuenta, y obtener como resultado una experiencia única y especial.
¿Y no es eso mismo lo que hacemos día a día en nuestro trabajo?: repetir, repetir y repetir.
¿Interpretas tu trabajo o simplemente haces tu trabajo?, ¿nunca es igual o siempre es lo mismo?, ¿actúas como si fuera la primera vez o se nota que eso ya lo has hecho mil veces hoy?
No es fácil interpretar a tu personaje en cada escena, pero si los actores y las actrices lo consiguen, por qué tú no lo puedes conseguir.
Dentro de la secuencia de actividades de entrenamiento que solemos proponer, introducimos un ejercicio que consiste en comenzar a andar hacia el frente y, al atravesar una línea imaginaria trazada sobre el suelo, dejamos de ser nosotros para convertirnos en un personaje. Un personaje que anda y se mueve de una manera peculiar, que habla y se expresa de una manera diferente a como lo hacemos habitualmente. No hay mucho tiempo para pensar (sólo unos pasos) pero es al cruzar la línea, cuando de manera casi inesperada, nos encontramos con el personaje. De pronto el cuerpo se dobla o se estira, aparece un tic, se inmovilizan ciertas partes de nuestro cuerpo, nuestra voz cambia… ya no somos nosotros. La actividad continúa hasta que al llegar al final de la sala, giramos y volvemos a nuestro punto de origen y justamente al atravesar de nuevo la línea imaginaria, dejamos atrás al personaje y volvemos a ser nosotros. Más adelante, con otros ejercicios, trabajamos sobre ese personaje depurando los movimientos, afinando los tics, perfeccionando el habla hasta que en un tiempo relativamente corto hemos conseguido crear un engendro que tiene una historia que contar, algo que decir y que se relaciona con el resto de personajes que le rodean (el resto de las personas que también han cruzado la línea).
La actividad de cruzar la línea es la metáfora de la línea que cruzamos cada día cuando nos incorporamos a nuestros puestos de trabajo. Cruzamos la línea y dejamos de ser “yo” para convertirnos en “yo trabajando” y en ese momento tenemos dos opciones o bien fusionarnos con el personaje o bien distanciarnos del mismo. Distanciarse del personaje significa interpretarlo desde su perspectiva y no desde la nuestra, prestarle nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras emociones para que se pueda expresar pero sintiendo que él es él y yo soy yo; no necesito sentir o pensar como él para representarlo. Fusionarse con el personaje significa interpretarlo desde nuestra perspectiva, sentir como él siente y pensar como él piensa corriendo el riesgo de que el personaje se apodere de nosotros porque no hay un límite claro entre él y yo.
¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la ira, el enfado, la tristeza o la frustración en el trabajo cuando no somos capaces de distanciarnos del personaje que estamos representando y hacemos nuestra la crítica, la burla o la indolencia de las personas con quienes nos relacionamos allí?
¿Alguien se imagina a un actor o actriz discutiendo con alguien del público que en medio de la representación interrumpe la función para criticar algún aspecto de la obra? El actor o la actriz o bien continúa con el guión ignorando lo sucedido o bien, acepta la intromisión como una propuesta que introduce en la historia y le da un sentido, porque el espectáculo debe continuar.
La metodología “training using drama” (formación a través del teatro) que usamos en los talleres y cursos de Ideas Poderosas nos proporciona un contexto de entrenamiento, una secuencia de aprendizaje, una disciplina de trabajo, una experiencia inspiradora, en fin, una metáfora de la vida. A través de ella aprendemos cada día el valor de la improvisación, de confiar en los demás, de romper paredes, de aceptar propuestas, de contar historias y de trabajar desde la verdad.
Training using drama es una experiencia de teatro convertida en metáfora de nuestro quehacer diario en el trabajo que potencia la expresión, la conexión y las historias del día a día.
‘El teatro conmueve, ilumina, incomoda, perturba, exalta, revela, provoca, trasgrede. Es una conversación compartida con la sociedad. El teatro es la primera de las artes que se enfrenta con la nada, las sombras y el silencio para que surjan la palabra, el movimiento, las luces y la vida’
Manifiesto del Teatro 2006, Un rayo de esperanza
Feliz Día Internacional del Teatro