¿De verdad podemos desaprender? (II)

Hablábamos hace unos días en este post sobre el desaprendizaje y recogíamos algunas citas que explicaban o resaltaban la importancia del mismo. Terminamos preguntándonos: ¿soporta el desaprendizaje un análisis conceptual y experimental un poco (solo un poco) más profundo y serio? Intentemos hoy dar algunas humildes respuestas.

  1. El término “desaprendizaje” es un producto de nuestro tiempo y sus modas, una idea que encaja muy bien en un contexto social, laboral o educativo, ya casi más gaseoso que líquido, en el que el cambio parece ser lo único permanente, en el que todo se modifica o se evapora constantemente.
  2. El desaprendizaje y su mundo forman parte del mismo campo semántico de términos como competencias liquidas, knowmads, entornos VUCA, del agilismo o de esa idea no tan nueva y tan cacareada por muchos innovadores y expertos en educación de que “estamos preparando a los estudiantes de hoy para trabajos que aún no se han inventado”, por lo que el aprendizaje tal y como se ha entendido hasta ahora debería cambiar, pasando así a un segundo plano aspectos como la memorización o los contenidos. Un escenario educativo y laboral donde parece más importante y vital la adaptabilidad que el conocimiento.
  3. Desde la psicología, ni conceptual ni científicamente este término se sostiene. Las personas no desaprendemos, las personas simplemente no dejamos de aprender. En este proceso habrá aprendizajes, que dejarán de ser funcionales, comportamientos que dejarán de sernos útiles porque el contexto en el que aparecen y las consecuencias que provoca en su entorno se modifican. En ese punto esas mismas conductas cambian su función, su utilidad, su relevancia o su significado. Es entonces el momento de aprender nuevos repertorios o de afinar viejas conductas y enriquecerlas con nuevos matices. Hoy en día, en un contexto social y laboral mucho más cambiante, la rapidez a la hora de adaptar nuestro repertorio y actuar ante las nuevas demandas es más importante que en el “viejo” escenario, mucho mas estable y predecible. Nada más (y nada menos) que eso, pero nada de nuevos procesos de desaprendizaje.
  4. Parece por tanto que hablar de desaprender sería tan absurdo como hablar de desevolucionar. Filogenéticamente nuestra especie ha dejado de hacer muchas cosas que en otros momentos fueron vitales para su supervivencia: hemos perdido la capacidad prensil de los dedos de los pies, incluso algunos bebes nacen ya sin apéndice, o tal vez en futuras generaciones comience a desarrollarse de manera desproporcionada el dedo pulgar. Nada de esto significa que hemos desevolucionado. Significa que evolucionar consiste en eso mismo. Desaprender, en definitiva, parece no ser más que una manera metafórica y atractiva de decir que es conveniente no dejar de adaptarnos y por tanto de aprender. Que tenemos que ser sensibles a las claves contextuales cambiantes y ajustarnos a ellas, siendo esto importante tanto en el plano personal como en el laboral o el educativo. Más allá de esto, por más artículos que se hayan escrito sobre desaprendizaje, por mas expertos educativos, divulgadores científicos o eminentes profesores de escuelas de negocios que hablen de ello, no se está diciendo nada nuevo; si acaso se está generando mucho ruido (y pocas nueces) y confusión tal vez innecesaria.
  5. A nivel práctico este termino carece de utilidad, y bajo determinadas circunstancias pudiera ser contraproducente. Carece de utilidad en el sentido de que no es más que un termino descriptivo, que nada nuevo aporta ni a nivel conceptual ni práctico, y que ademas no tiene interés explicativo alguno. La explicación consistiría en la especificación de las variables de control, de las condiciones de las que depende ese desaprendizaje. En este caso no se describen los factores que intervienen para que las personas tengamos dificultad en “darnos cuenta” que lo que antes funcionaba ya no nos funciona y que por tanto es conveniente actuar de nuevas maneras y aplicar nuevas estrategias. Le decimos a nuestras trabajadoras, alumnos o a las jóvenes que buscan empleo que una clave muy importante consiste en desaprender, pero no nos dicen qué podemos hacer como trabajadores, orientadoras, padres o maestras para hacer más probable que nuestros alumnos, orientados, o nosotros mismos, avancemos sustituyendo viejos repertorios por otros nuevos.
  6. “Casi nada de lo que nos enseñaron sirve para algo“ “desaprender lo sabido es ahora mucho más importante que aprender cosas” (E. Punset) ¿Frase afortunada o elogio de la ignorancia? Conozco contextos educativos y grupos de alumnos y buscadores de empleo en los que predicar esto puede ser incluso un inconveniente para su educación, su aprendizaje o su desarrollo profesional. Se resaltan las ventajas y lo imprescindible que resultan las llamadas competencias de S.XXI (como el desaprendizaje, la creatividad o el pensamiento crítico) a la vez que se omite que a mayor conocimiento, mejor y más grande adaptabilidad, que a mayor conocimiento más creatividad, mejor pensamiento crítico y hasta, si diéramos por válida su existencia, que a mayor conocimiento, mayor y mejor desaprendizaje. Ignorar esto no sólo es hacerle un flaco favor a muchos jóvenes que preferirán discursos fáciles que pasen de puntillas por la importancia del esfuerzo, además es un relato elitista y que tiende a perpetuar y aumentar las diferencias sociales. Frente a estos relatos a medias que ignoran la importancia del conocimiento, la evidencia del Efecto Mateo.


Hasta aquí algunas ideas que me hacen pensar en el desaprendizaje más como una impostura que como un concepto serio y útil. Intentemos ahora dar un paso más y, reconociendo la importancia que tiene el aprendizaje continuo y el no quedarnos atascados en viejos patrones en un escenario tan cambiante como el actual, analicemos los factores de los que depende esta rigidez. En otras palabras, además de buenos consejos y discursos motivacionales, ¿qué podemos hacer los/as orientadores, docentes, consultores, padres, y madres,… para facilitar esta sensata flexibilidad?

Pero esto es ya otro cantar, y lo dejamos para el siguiente post.

¿De verdad podemos desaprender? (I)

 

Hablábamos hace unos meses en otro post de cómo ha triunfado un tipo de lenguaje “cool” en el entorno de la educación, el coaching, la orientación o de los recursos humanos y cómo, más allá de los ámbitos profesionales donde se generó, se ha extendido al lenguaje común de la vida cotidiana y se ha transformado en un producto de consumo en sí mismo.

Me estoy refiriendo a términos como estilos de aprendizaje, inteligencia emocional, aprender a aprender o desaprendizaje, entre otros conceptos tan nombrados como infecundos y muy utilizados desde disciplinas como el coaching, las pedagogías innovadoras o la neuroeducación.

No es ésta una cuestión baladí por cuanto este nuevo lenguaje configura una manera de pensar(nos) y de valorar cuestiones claves del mundo educativo, de la formación o de la orientación y el empleo, y por tanto supone un posicionamiento y una manera de actuar como profesionales y como actores de estos ámbitos.

Quisiera detenerme hoy en uno de estos términos que siempre me ha llamado la atención: desaprender. Un millón doscientos veinte mil resultados me devuelve google en 0,58 segundos si tecleo “desapender” (eso sí, 4 resultados si lo tecleamos en la búsqueda general de catálogo de la biblioteca de la Universidad de Granada, o 266 en la de la Complutense de Madrid). Una palabra de éxito sin duda, con gran aceptación y uso entre psicólogos, expertos en neuro-nonsense, coaches, consultores, expertos en educación o gurús de los recursos humanos.

Pero, ¿qué hay realmente detrás del término “desaprendizaje”? No nos dejemos deslumbrar por la seducción de las palabras y analicemos hasta qué punto lo que quiera que sea desaprender aporta realmente algo nuevo a lo que ya se conocía sobre el aprendizaje y hasta dónde implica alguna nueva metodología o ventaja innovadora para las profesionales que enseñan, orientan y apoyan, o para aquellos que buscan formarse, y avanzar profesional y personalmente o encontrar y mantener un empleo.

Veamos primero algunas afirmaciones y explicaciones sobre el desaprendizaje y su importancia en el mundo actual. En absoluto se pretende hacer un análisis exahustivo del término, tan solo tomar breves recortes de entrevistas o entradas de blogs y artículos que fácilmente se pueden encontrar en páginas webs de entidades privadas y públicas, de medios de comunicación o de profesionales y expertos varios. Aquí van:

“En la era del conocimiento ya nos es suficiente con aprender a aprender. Se hace imprescindible desaprender para dar cabida a nuevos procesos mentales, a nuevas destrezas, a nuevos retos. Sólo desaprendiendo serás capaz de ver la forma que tienes de enseñar desde otra perspectiva, una perspectiva alejada de prejuicios y viejos clichés” (entrada completa).

“Desde la Neurociencia aplicada a la Educación se establecen varias fases de desaprendizaje que recoge la coach Fabiana Andrea Mendez en la web argentina Encontradores. (…) La necesidad de desaprender va más allá del ámbito laboral y de la creatividad: en un mundo que cada vez camina más rápido, todas las estructuras, incluidas las mentales, están en pleno cambio y adaptarnos requiere que también lo hagamos a nivel personal. No solo ha cambiado la forma de trabajar, también lo ha hecho la manera de relacionarse con otros y la concepción del mundo en general. Para adaptarse a los cambios, sean laborales o personales, es preciso, por tanto, que las personas aprendan a desaprender” (entrada completa).

“A mi entender, desaprender debe llevar implícitos en su definición los conceptos de crecimiento, apertura de mente, enriquecimiento, inconformismo, creatividad…” (entrada completa)

Aunque, probablemente, entre las ideas sobre el aprendizaje que más difusión han conseguido destacan estas dos:

“(…) casi nada de lo que nos enseñaron sirve para algo“ “Desaprender lo sabido es ahora mucho más importante que aprender cosas” (De Eduardo Punset, leído aquí)

“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender” (Se trata de una frase que, aunque comúnmente es atribuida al periodista y escritor estadounidense Alvin Toffler, es una idea original del psicólogo Herbert Gerjuoy)

¿Cómo rechazar un término tan sugerente y unido a conceptos como crecimiento, apertura de mente, enriquecimiento, inconformismo, creatividad,…? Sin embargo, más allá de su validez como metáfora, ¿soporta el desaprendizaje un análisis conceptual y experimental un poco (solo un poco) más profundo y serio?

De ello hablaremos en el siguiente post.

 

«¿De verdad podemos desaprender? (I)» aparece primero en Laboratorio.

Sobre orientación laboral en entornos desfavorecidos, más allá del glamour.

Sobre orientación laboral.- El mercado de trabajo, el ecosistema de empresas, empresarios, estudiantes, personas trabajadoras y buscadoras de empleo, puede ser cualquier cosa menos homogéneo. Pero a veces se nos olvida. Es obvio, pero a veces se nos olvida.

Universalizar por tanto los mundos laborales, los discursos de una empleabilidad ideal y de las características del perfecto trabajador/a del SXXI, las (in)competencias que debemos promover y entrenar los orientadores en todas las personas que buscan empleo, en determinados entornos, puede no pasar de ser una generalización inútil, en el mejor de los casos, o una estrategia fallida que intentando ayudar perjudica, en el peor de ellos.

Mientras escribo esto, pienso en los discursos sobre competencias líquidas, nómadas del conocimiento, entornos VUCA, disrupción digital, economía colaborativa, etc. surgidos en contextos culturales, estructurales, económicos, laborales, profesionales muy concretos en los que estos conceptos y competencias adquieren todo su sentido y encuentran toda su utilidad y aplicabilidad.

Así las cosas, son estos discursos, traídos casi siempre de la mano de profesionales provenientes de entornos “top” de los recursos humanos, los referentes en el mundo de la orientación laboral de las grandes compañías globales, pero también de las empresas, fundaciones y ONG’s, que trabajamos con personas en riesgo de exclusión (gitanos, personas con discapacidad, inmigrantes, mujeres maltratadas, jóvenes con escasa o nula formación académica,…).

Los/as profesionales de la orientación y las organizaciones para las que trabajamos, en ocasiones sucumbimos al atractivo de estos discursos en nuestro afán de hacer bien las cosas, de no quedarnos atrás y de preparar a nuestros usuarios para el mundo del trabajo del SXXI. Sin dejar de escuchar a estos expertos y aprender de su experiencia y sus relatos, al mismo tiempo debemos mantener fuerte el cordón umbilical que nos une a nuestros usuarios ya que, de no ser así, corremos el riesgo de que sean estas personas provenientes de entornos de recursos humanos tan alejados de nuestra realidad, las que lideren los discursos y las direcciones de nuestro trabajo.

Algunos aprendizajes.

Dieciséis años en el mundo de la consultoría y la formación ayudando a fortalecer equipos y a desarrollar profesionales de perfiles muy diferentes (desde directores, operarios, profesionales de alta cualificación a personas en riesgo de exclusión con escasa o nula formación), dan para cometer muchos errores, para ser infiel a los relatos que a uno le hacen confundir la realidad con el deseo y aprender algunas cosas a partir de lo visto y lo vivido. Aquí van algunas de estas humildes conclusiones en relación al trabajo con grupos de personas que viven realidades complejas y parten de situaciones de desventaja social:

  1. No es lo mismo buscar empleo, que buscarse la vida. Estar preso de la inmediatez de las necesidades más básicas puede limitar nuestra posibilidad de compromiso a la hora de hacer un itinerario que apunta a una tierra prometida que sólo podemos imaginar en un futuro incierto. El punto de partida de los que buscan un empleo y de los que se tienen que buscar la vida es muy diferente, sus objetivos también, por tanto los mensajes que necesitan y la manera de orientar y de trabajar con unos y otros necesariamente ha de ser distinta.
  2. Para muchas de estas personas, antes que desarrollar o fortalecer las “competencias líquidas” de esta sociedad gaseosa, necesitan fortalecer las sólidas. Ser más creativo en un contexto de precariedad puede servir para buscarte mejor la vida y eternizar tu maestría en ser un “busca vidas”, no en tener un trabajo y una vida más digna (lo que quiera que ello signifique). Terminar la ESO (mejor si no es en un colegio gueto, claro), la FP o la Universidad, conocer a fondo un oficio y aprender a ejercerlo bien y con profesionalidad son cuestiones sólidas y por tanto básicas y mucho más útiles para encontrar un trabajo y dar un salto cualitativo en la propia situación vital y en la de la familia a la que perteneces. Hay, además, en este afán por entrenar y educar las competencias líquidas confusiones conceptuales y debilidades metodológicas varias, así como una falta de conocimiento de los principios del aprendizaje y el comportamiento humano, pero esto es harina de otro costal.
  3. Todos somos una persona y muchos personajes a la vez. No tratamos con trabajadores o buscadores de empleo, ése será tan solo uno de los papeles/personajes que les toca jugar a nuestros participantes en su día a día. Algunos de éstos “personajes” ayudarán al “yo” que busca trabajo, otros en cambio pueden ir en la dirección contraria y suponer un gran obstáculo. Conocer bien a la persona y las distintas obras que representa nos pueda dar pistas muy útiles acerca de las probabilidades de adherencia y éxito de las acciones que les proponemos. Distinguir la persona de los personajes que representa nos ayuda a tomar perspectiva y entender mejor los cómos y porqués de nuestros usuarios.
  4. No siempre es lo más útil tratar de ayudar con discursos y formaciones modernas y maravillosas pero descontextualizadas a según qué entornos/personas. Para nómadas, resilientes, expertos en economía colaborativa y supervivientes en entornos VUCA, muchos de los usuarios de la Fundación Secretariado Gitano con los que trabajo o muchos de los participantes de cursos de la Cruz Roja en los que colaboro. A poco que se conocieran sus historias de vida, nadie pondría en duda su resiliencia ni su capacidad para mantenerse a flote en una realidad hostil, cambiante, compleja, ambigua e incierta. En muchas ocasiones esas habilidades las tienen -gracias a ellas logran seguir adelante a pesar de los pesares-, lo que necesitan es otro contexto en el que esas habilidades tengan una dirección y un sentido nuevo. Les sobran estereotipos y discursos fáciles de explicar, les falta un contexto de igualdad que les permita, al menos, #partirdecero. Porque sus realidades pueden ser distintas a las de la mayoría, pero sus derecho no.
  5. Necesitamos entidades y profesionales muy bien formados, al día de las tendencias del S.XXI, que conozcan bien adonde apunta el futuro global, pero que tengan a la vez un fuerte compromiso social, que no cierren los ojos ante cuestiones estructurales relacionadas con la desigualdad y los derechos humanos y que atiendan y aprendan, pero siempre con espíritu crítico, de los modelos cool de orientación y desarrollo personal más de moda, vestidos éstos no pocas veces de un cientifismo y mentalismo poco serio y de una facilona psicología positiva demasiado individualista y superficial.

Se nos olvida.

En fin, antes que con las empresas, la orientación laboral tiene que ver con personas viviendo en un contexto, y esto a veces se nos olvida. Además de conocer a fondo nuestro entorno laboral y todas las herramientas útiles para el magnífico trabajo de ayudar a las personas a mejorar su buena vida, las orientadoras/es deberíamos ser expertos en personas, en comportamiento humano, lo que significa ser capaces de entender esos comportamientos, compromisos, éxitos y fracasos en el contexto (laboral, personal y biográfico) en el que ocurren. Sólo así podremos dar una respuesta y una ayuda ajustada y útil a cada uno de ellos. En este conocimiento cercano y contextualizado se esconde nuestra gran ventaja sobre las grandes -pero demasiado lejanas a veces- estrellas del coaching y los recursos humanos.

Y esto a veces se nos olvida.

Sobre orientación y consultoría.

El pasado 27 de julio participé en la Jornadas de Empleo y Marca Personal que organizó la II Lanzadera de Empleo de Andújar. Aquí dejo algunas reflexiones al hilo de la pequeña charla que hice: “Optimismo para cobardes: Instrucciones de uso para buscadores de empleo

La orientación profesional y la consultoría son a veces ese terreno líquido e incierto en el que personas de ciencia hablan de empresa, exitosas emprendedoras de educación y desarrollo personal o managers y coachs de aprendizaje, de cambio, motivación, felicidad,…

Optimismo para cobardes1

Todo ello suele ofrecerse empaquetado en un discurso atractivo, con relatos bien contados y bien hechos (en el sentido de ser atractivos para una amplia mayoría), sin embargo muchos de ellos suelen ofrecer cómos y porqués bastante simples y reduccionistas, con explicaciones mecánicas y descontextualizadas alejadas de la compleja realidad y con un lenguaje que encaja muy bien con la manera común de entender el mundo y el comportamiento humano, que suele ser bastante dualista (mente-cuerpo), lineal y mecanicista (causa-efecto). Tal vez por ello y por esta cultura de la inmediatez, del todo a 100 y de lo fácil y rápido tienen tanto impacto muchos de estos mensajes ya no sólo en el ámbitos profesional de la empresa, la orientación o la consultoría, también en el lenguaje ordinario, en la manera de hablar -y por tanto de pensar, de relacionarnos o de actuar- de la mayoría de los que estamos.

No ha de extrañar por tanto que expresiones como resilencia, inteligencia emocional, empoderamiento, desaprendizaje, aprender a aprender, motivación, zona de confort, etc. sean de uso cotidiano más allá de los ámbitos en los que éstas se inventaron. Es el triunfo de un lenguaje, que es un producto de consumo en sí mismo y que llevará por tanto a buscar y demandar un tipo determinado de bienestar, de salud, de educación, de orientación, de formación de profesionales, de gestión de recursos humanos,…

No hablo aquí con ironía, crítica velada alguna o sugerencia oculta de conspiraciones extrañas de un tipo de profesionales o de poderosos lobbies del liberalismo o la “happiología”. La extensión de estos relatos a los distintos ámbitos públicos y privados de la sociedad ocurre principalmente de manera natural y orgánica porque funcionan en el contexto biográfico, verbal y social en el que estamos. Por tanto de manera espontánea y sin intención, muchos profesionales – muy bien reputados muchos de ellos- pudieran caer en una simple, pero a la vez atractiva, venta de humo, nada que debiera extrañarnos en una sociedad gaseosa como la que nos habita.

Nada se debería reprochar por tanto a la mayoría (empleados, padres, buscadores de empleo,…) que acaban integrando estos conceptos en sus conversaciones cotidianas y su manera de actuar, trabajar y de explicar (o tal vez justificar, que es bien distinto) su propio comportamiento y el de los demás. Sí deberíamos sin embargo exigir a docentes, formadores, consultores, profesionales de recursos humanos, coach, periodistas ,… una mejor especialización, mayor base científica y rigor conceptual a la hora de ejercer su trabajo, escribir o divulgar sobre estos temas. Deberían reconocer que más allá de su sentido metafórico, muchos de estos términos no tienen un referente independiente con una base científica rigurosa ni seria. Que el uso que se hace de muchos de estos “nuevos” términos, ofreciéndolos como factores determinantes y causales del comportamiento humano o las organizaciones, no son más que mera tautología, descripciones convertidas en explicaciones causales que nada explican. Que pueden ser conceptos vacíos, que poco o nada nuevo aportan (porque ya se sabe: “lo nuevo no siempre es bueno y lo bueno no siempre es nuevo”) o que incluso pueden llegar a tener efectos contrarios a los que se desean o se predican si no se tienen en cuenta algunas cuestiones de tipo conceptual y contextual importantes. Pero éstas son ya asunto del siguiente post.

Puedes ver la presentación que utilizamos en este enlace.