El no viaje.

A veces la belleza nos pisa los talones, y nosotros, ensimismados,  no nos dejamos atrapar. Podemos observarlo paseando por algunas ciudades, ante el horizonte de la Alhambra o a la sombra del Coliseo, entre las callejuelas del Albayzín o las del Trastévere.

La relación entre el paisaje y la mirada del visitante transforma a veces los lugares en no lugares, los espacios relacionales y los lugares practicados en conquistas para Instagram sin mayor satisfacción ni expectativa que el numero de likes a conseguir.

Algunas ciudades, sus maravillosos barrios y monumentos, ya no son viajes en el tiempo, espacios existenciales de una experiencia de relación con el mundo y su historia. Ahora son escenarios para un selfie en el que la naturaleza del espectáculo no pareciera importar demasiado, donde el verdadero espectáculo fuese el propio individuo, espectador de sí mismo, creador y protagonista de su propia escena.

Y así pasan estos monumentos de lugares a no lugares, de espacios de conocimiento a espacios de reconocimiento de un yo arrogante, encantado de (re)conocerse a sí mismo, y tal vez tan ignorante como antes de comenzar el no-viaje.

Cosas de la educación

Aunque tengamos algoritmos y complicados modelos matemáticos que nos permiten predecir el tiempo y mirar desde nuestra pantalla las horas de sol, la velocidad del viento o la probabilidad de lluvia, los iconos, los porcentajes o los datos que aparecen en nuestras pantallas no son más que herramientas pero no son el frío, ni la nieve, ni el calor, ni el sudor.

Quien quiera entender lo que es andar calado hasta los huesos, caminar perdido con las nubes al cuello o empapado en sudor tendrá que hacer algo más que mirar su pantalla de retina 5K. Al otro lado de la puerta hay una sola pre-visión exacta y acertada, pero mil sensaciones, mil necesidades y muchas de experiencias diferentes.

De la misma manera, más allá de claros análisis de expertos, más allá de encendidos debates entre los que defienden con la misma seguridad una postura y su contraria, o más allá de argumentos ciertos y previsiones sobre las cosas de la escuela y la educación, existen miles de experiencias distintas, de triunfos y derrotas diversas, insospechadas maneras diferentes de sentir todo lo que expertos, políticos y especialistas escriben y se empeñan en predecir.

Cambiar el foco de atención desde la pantalla al aire libre, desde las palabras de los especilaistas a la vida real de las personas, a las experiencias de los propios estudiantes, padres y docentes se nos antoja imprescindible si queremos de verdad conocer y diseñar una aprendizaje desde y hacia las personas, una educación que de verdad encaje con el entorno y con las vidas de nuestros hijos y con lo que quiera que pueda ser su futuro y no con nuestras teorías tan exactas y ciertas o con nuestro pasado.

Quizás no debiera de ser tan difícil, tal vez se trate en gran parte de dejar de mirarse el ombligo, salir a sentir el frío o el calor, mirar a la gente a la cara y escuchar.

Nosotros le hemos preguntado a estudiantes, padres y maestros sobre internet y las redes sociales, sobre cómo las utilizan y sobre su opinión acerca de los deberes para casa. Ya tenemos algunas respuestas, iremos compartiendo en futuras entradas las nuevas que nos lleguen.

Gonzalo (11 años) 6º de Primaria
1. ¿Que redes sociales usas? ¿Cuanto tiempo le dedicas al día? ¿Para qué o cómo usas las redes sociales e internet en tu trabajo/escuela?
Antes usaba tuenti una vez a la semana durante el fin de semana, pero ahora sólo uso Facebook los viernes por la noche un ratillo y el fin de semana también un rato después de cenar,media hora o así.
Las redes sociales sólo las uso para hablar con mis amigos, compartir fotos y vídeos, pero para el colegio no. Internet sí lo uso para el cole porque nos mandan buscar mucha información y hacer trabajos.

2. ¿Que piensas sobre los deberes y tareas para casa? ¿Las utilizas?
A mi me mandan un montón de deberes para casa y eso que en la clase soy de los que término todos los ejercicios rápido porque si no, tendría los del cole atrasados y los de la casa. Me mandan de todas las asignaturas y como son profesores distintos porque ya estoy en sexto, no tienen en cuenta todos los que nos han mandado los otros y se juntan tantos que tengo que apuntarlo en una agenda porque se me olvidan. Yo creo que deberían mandar un poco menos porque me tengo que pasar la tarde estudiando y he tenido que dejar de ir a actividades extraescolares porque ya no me da tiempo.

3. ¿Qué es para tí la educación/la escuela, qué esperas de ella? ¿Para qué debería de servir ir a la escuela/educación, la eso o el instituto,…? ¿Qué sería para ti una escuela interesante y útil?
A mi sinceramente la escuela no es un sitio donde me guste estar, voy porque no tengo más remedio si quiero ser arqueólogo y como niño mi obligación es estudiar para estar preparado cuando sea mayor. Lo que me gusta del cole es estar con mis amigos, los recreos y las clases de educación física.
La escuela debería servir para aprender a convivir unos con otros, donde ayuden a educar a los niños que en su familia no lo hacen mucho, donde estén con los niños mientras sus padres trabajan. Donde nos ayudan a elegir y saber seguro lo que queremos estudiar para el futuro o si queremos hacer un módulo o hacer la selectividad.
Para mí una escuela interesante y útil sería aquella en la que pudiéramos estudiar más de las cosas que nos gusten porque hay cosas que es un poco tonteria que si no nos vamos a dedicar de mayores a ellas pues que perdamos el tiempo. Por ejemplo a mi la música me gusta oirla pero no tocarla que ya me he dado cuenta que es un latazo tocar la flauta, pues para qué tengo que seguir tocando la canción de los elefantes? Por ejemplo la educación física deberíamos hacerla todos porque encima es bueno para la salud. Los idiomas también porque si no hay trabajo aquí nos tenemos que ir al extranjero y la lengua porque tenemos que saber leer y escribir y tener una cultura.La religión con un par de años que la estudiáramos también sería suficiente jeje.
A mi me gustaría una escuela donde los deberes los hiciéramos todos en la clase y tener las tardes libres. Donde no hubiera exámenes sorpresa para pillarnos y siempre después de los puentes como me hacen a mi sin avisar. Donde hubiera una asignatura de lo que queremos estudiar porque a mi me encantaría que hubiera una se arqueología y me contaran muchas cosas y cada vez que en Castulo descubrieran algo nuevo que nos llevaran de excursión. Una escuela donde no hubiera enchufados ni pelotas con los profesores y donde todos nos lleváramos bien y donde en las clases nos dejen participar y no estar toda la mañana en silencio escuchando a la monja. Y donde aprendiéramos jugando, divirtiendo nos, investigando y haciendo trabajos en equipo


Alberto Fernández. Profesor de Formación Profesional e inspector de educación

1. ¿Que redes sociales usas? ¿Cuanto tiempo le dedicas al día? ¿Para qué o cómo usas las redes sociales e internet en tu trabajo?
Whatsapp, grupos de correo, discos duros virtuales compartidos, Facebook (poco). Diariamente entre 2 y 3 horas. El uso fundamental es la transmisión de información adecuada en el tiempo, trazable, obtención de feed-back, etc…

2. ¿Que piensas sobre los deberes y tareas para casa? ¿Las utilizas?
Soy contrario al tipo de ‘homework’ tradicional. Lo considero un elemento de segregación escolar porque el alumno con más posibilidades también es el que más ayuda extraescolar tiene. La escuela pública, como fuente de equidad, debería desterrar las tareas de casa, porque además ya los niños pasan bastantes horas en el cole.

3. ¿Qué es para tí la educación, qué esperas de ella? ¿Para qué debería de servir ir a la escuela/educación, a la eso o el instituto? ¿Qué sería para ti una escuela interesante y útil?
La educación tiene que servir para hacer sociedad, ciudadanos que estimen los bienes públicos, que sepan que se espera de ellos y ejerzan la crítica. El saco de contenidos de los que hoy día se atiborra a los alumnos es un gasto con un alto porcentaje de inutilidad.

¿Adicción tecnológica?

Pensando en voz alta a partir de estas declaraciones (2min. 14 seg.) en la cadena ser con motivo del Día Internacional de la Salud Mental.

Distintos perros con el mismo collar
Aún reconociendo que la ansiedad, la depresión o la adicción tecnológica son experiencias dolorosas, con las que la vida se hace más difícil (o muy difícil) de vivir y pueden requerir apoyo profesional, no deja de ser discutible esta insistencia en situar la depresión o la ansiedad o el consumo desadaptativo de cualquier química, objeto o tecnología (en definitiva, experiencias todas) y en general las llamadas ‘enfermedades mentales’ como patologías, al mismo nivel que la diabetes, el párkinson o la malaria. A diferencia de la universalidad de éstas, el uso de la tecnología será definida como patológico o no dependiendo de múltiples factores temporales, biográficos y contextuales. De esta manera la misma experiencia de uso de un smartphone podría ser catalogada hoy como trastorno de adicción tecnológico para un adolescente de Ainsa o de Cádiz, pero tal vez no sería considerada como ‘enfermedad’ para el mismo adolescente si viviera en la misma ciudad en el año 2018, o en el 2014 de una ciudad como Tokio.

Este manera de entender los problemas de la vida y el comportamiento humano podría no sólo no tener la solidez empírica y conceptual que tiene la misma aproximación a las entidades patológicas naturales, sino que además presenta otras desventajas como pudiera ser el hecho de desviar la atención de otras condiciones, además de las biológicas, no menos importantes y de las que también depende el inicio y mantenimiento de estos ‘trastornos mentales’.

Flor nueva de romances viejos
Sorprendernos o incluso alarmarnos ante cambios tan bruscos y radicales de las formas cotidianas de estar y de ser en el mundo es una reacción frecuente y lógica. Después de toda una historia de generaciones comunicándonos y compartiendo cara a acara, aprendiendo en aulas dirigidas por expertos docentes o amándonos piel con piel, puede ser de sentido común, e incluso una reacción adaptativa, extrañarse y adelantar conclusiones sobre los peligros del vivir en digital.

No es difícil por tanto encontrar sólidos y variados argumentos desde la psicología, la filosofía, la antropología o desde la psiquiatría que nos alertan de lo extraño que es y los riesgos que para los individuos y la sociedad supone estar conectado a lo virtual la mayor parte del día y trabajar, reir, sufrir, aprender o amar a golpe de kilobites.

Situaciones similares se dieron siglos atrás cuando otras tecnologías facilitaron usos innovadores y cambios radicales en las maneras de vivir (pienso ahora en la imprenta, la televisión, o la locomotora). Pero el Darwinismo y la realidad son tozudos y al cabo de un tiempo obligaron a cambiar los marcos de referencia, las teorías y las viejas formas de entender(nos) en el mundo.


El presente invisible

No se trata de negar los riesgos de los usos patológicos o desadaptativos de las tecnologías (como la adicción a las redes sociales), por supuesto que son condiciones que causan sufrimiento y pueden requerir una atención especial y profesional. Sin embargo creo que debieramos ser más meticulosos en nuestra forma de hablar de ello para evitar así caer en el sobrediagnóstico y no patologizar en exceso la vida cotidiana de muchas personas. Para ello son importantes los mensajes que nos llegan desde expertos (psiquiatras, psicólogos,…) y el trabajo responsable de los medios de comunicación que le dan voz.

Creo que sería interesante escuchar con más frecuencia análisis de estas nuevas realidades no sólo desde el pasado y desde nuestra experiencia como producto de nuestra historia y nuestros valores, sino también mirando al futuro (o tal vez presente invisible para muchos de nosotros), para así poder relatar estos nuevos “problemas” desde realidades y valores que, aunque no se estudien aún en las facultades o sean ajenos a la vida de los expertos, no dejan de estar ya aquí.

Lo de ‘relaciones más autistas’ y ‘minusválidos sociales’, merecen un post aparte.