Piropos

Me gustaría hablar del piropo. Lo primero que suelo hacer en estos casos es ver qué significa esta palabra para la Real Academia de la Lengua y el María Moliner. Dicen ambos que ‘es una alabanza dirigida a una persona, dicha a ella misma’. Podemos convenir que a cualquier persona, sea mujer un hombre, le agrada que le digan cosas buenas sobre ella misma. No conozco a nadie que no le guste tener belleza, inteligencia,…A la mayoría le gusta, además, que los demás se den cuenta de ello y se lo reconozcan. Si se hace con gracia o con cariño, aún más. ¿Qué hace entonces que no haya unanimidad sobre si está bien o no decir piropos? ¿Por qué genera debate?¿Por qué a algunas personas no les gustan?

Aquí no vamos a hablar de las alabanzas o cumplidos sino de algo más concreto, de lo que la mayoría entendemos por piropos; esos que dicen por la calle algunos hombres y que van dirigidos a las mujeres para alabar, con mayor o menor acierto, sus atractivos físicos.
No escuchamos: ‘¡Lista!’, ‘¡Inteligente!’, ‘¡Tienes un cerebro de escándalo!’ No, ¿verdad?. Hablamos del ‘¡Guapa!’, el ‘¡Tía buena!’ y sus versiones ‘mayores’. Si la calle es de todos no parece justo que no estemos en ella con la misma tranquilidad. Di con algo que también me molesta: el piropo del que hablamos no va dirigido de una persona a otra, no, sino de un hombre hacia una mujer.
Si pudiera ir en las dos direcciones estaría mucho mejor. O sería menos malo, que es lo mismo. Pero una sola dirección es indicativo de que algo está mal. Nos dice, entre otras cosas, que cualquier hombre, cualquiera, puede opinar sobre la belleza de cualquier mujer. Sobre mí. Sobre ti. Y se queda tan pancho. Esto me lleva a evocar como alguno, poco agraciado, expone, tranquilamente, ante un grupo de personas lo fea que es tal o cual política o mujer relevante (un modo de atacar su poder) sin que le pase, ni un momento por su cabeza que él no es un Adonis. Porque a quien se le pone nota es a nosotras, a las mujeres. Y el que piropea no tiene que examinarse.
Una amiga me confiesa que cada día le gustan más los piropos. Otra, se queja de que a partir de cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles. ¿Para quién, le pregunté?

Estamos hablando de los piropos. No como halagos, que sabemos que gustan a cualquiera. Tampoco cuando se producen dentro de nuestro círculo de amistades. Nos referimos al que lanza en la calle un desconocido a una mujer. Sí, él debe ser un hombre y va solo aunque también puede ir acompañado. Ella va sola o acompañada por otras (a los ojos de él eso es como ir sola también). Eso sí, si la mujer va con un hombre el piropo es impensable. ¿Cómo va a hacer algo así a otro de su especie? Ellos, los que piropean, estas cosas las respetan.
El debate, en mi opinión, no debe centrarse en que es diferente si los piropos son bonitos o no. No se trata de averiguar si hay mujeres, que claro que las hay, encantadas de recibirlos. Lo que debería importar es que hay muchísimas mujeres a las que eso les molesta, o no les gusta en cualquier momento o por cualquier hombre. Es decir, debería ser fundamental caer en la cuenta de que una mujer también es un ser humano. Y es que hay hombres, que por serlo, creen tener derecho a opinar sobre la belleza, o la ausencia de ésta, en cualquier mujer. Cuando opinan sobre el cuerpo de una mujer les es indiferente qué piensa ella al respecto. Cómo se siente. El piropo es un arma y ellos lo intuyen.
Hay un sujeto activo, él, y un sujeto pasivo, ella. Según el susodicho él es el sujeto y ella, nosotras, un objeto. Esa niña que se siente contenta y bonita porque acaba de recibir su primer piropo de mujer aún no sabe que es un caramelo envenenado y que le costará un alto precio.
Al menos nueve mujeres, ¡nueve!, han sido asesinadas en España durante este mes de agosto de 2014 por culpa del machismo. Puede que la culpa no la tengan los piropos. La ideología que lo sustenta desde luego que sí.

Publicado en el Diario Jaén en agosto de 2014

Lenguaje sexista

“A la mujer y al papel hasta el culo se ha de ver”. Esta es la frase que hace unos días se le escapaba al teniente alcalde de Jaén y que, como era de esperar, rápidamente tenía respuesta desde la oposición. Al parecer, lo que quería decir es que los documentos que hemos de firmar hay que leerlos, releerlos y mirarlos de arriba abajo si no queremos que nos engañen. El hombre se ha disculpado y no todos lo hacen.

Está claro, según él, que no quería ofender a las mujeres, y menos, esto es ya cosa mía, hablar de su culo. El caso es que lo ha hecho. Lenguaje sexista, además, en el uso de sus funciones.

“Antes nos podíamos reír de estas cosas. Ahora sabemos que queda mal”, me dice un amigo que se erige portavoz de los hombres, como si esto fuera cosa de dos bandos, ellos y nosotras. Este es el sentir de muchos. Les hacen gracia esos refranes groseros y machistas pero saben que la sociedad ya no se lo permite. Por eso, llama la atención, que cada poco, sea noticia que algún político, de cualquier partido, haya hecho un comentario machista. ¡Ellos, tan políticamente correctos! Da idea de lo interiorizado que el machismo está en nuestro subconsciente.

Es nuestra responsabilidad crear un lenguaje que sea más justo con la sociedad actual. Con el uso que de él estamos haciendo se desvaloriza, subordina, excluye y ofende a las mujeres. Hay quien lo hace con mayor contundencia o con menos, pero como señala Gaspar Llamazares, la cultura machista es transversal, no tiene clase. Así, a poco que busquemos, vamos a encontrar ejemplos, cuando menos, desafortunados en todos los partidos políticos. Llenaríamos varias páginas con las frasecitas que han soltado Guerra, Valderas, Aznar… Por fortuna, sabemos también de algunos que no aparecerán en estos ejemplos. De izquierdas y de derechas. Al final, como casi todo, es cuestión de educación.

Me agradan las políticas que, ante una ofensa machista, tienen la misma contundencia para corregir a un compañero de partido que a un adversario político. Las hay. Esas son las que nos hacen falta para conseguir la igualdad entre mujeres y hombres, especialmente ahora que los derechos de las mujeres están en peligro.

La Merkel

Ayer le decía a mi pareja que iba a escribir de la Merkel.” Merkel” me corrigió. Y es que ese ”la” es parte de lo que nuestro subconsciente da de desigual trato a hombres o mujeres que ocupan el poder. ¿O acaso decimos el Rajoy?

Llama la atención cómo La Ser daba la noticia de la victoria electoral de la persona más poderosa de Europa. Mamá Merkel, decía, la celebró con un baile de jubilados. En este sentido, la filóloga románica Lledó insiste en la manía que tienen muchos medios de comunicación en remarcar que las mujeres son, sobre todo y siempre mujeres. Y para serlo, añado, qué mejor que ser madres.

El lenguaje es muchas cosas pero inocente no. Con él, sutilmente, se puede ofender, ridiculizar. Las palabras tienen un conjunto de matices con el que se van arropando por el uso que hacemos de ellas. Lo sabía muy bien Alfonso Guerra cuando habló de la señorita Jiménez para referirse a Trinidad Jiménez, una política de su partido que, en ese momento, tenía mucha más relevancia que él. En un instante, así, como sin querer, echó sobre ella toda la carga discriminatoria y casposa del término. O José Chamizo que para nombrar a la hoy Presidenta de la Junta de Andalucía y, entonces Consejera dijo “la chica que está ahora en Presidencia”. Él, que casi nació siendo Defensor del Pueblo Andaluz, la vio así, y es que sabemos por la filósofa Miyares que ellos, los políticos, son, se creen, insustituibles mientras que las políticas, las mujeres, somos intercambiables. Por eso, no sólo la ninguneó llamándola chica, también remató con el “ahora”. Ya sabemos que lo más parecido a un machista de derechas es uno de izquierdas.

Chica rozando los cuarenta y jubilada sin llegar a los sesenta. Y veinte años no es nada.

Esperanza Aguirre, Rosa Díez , Fátima Báñez o Susana Díaz. Hay muy pocas políticas que se hayan podido desprender de su nombre. Tal vez Sáenz de Santamaría o Fernández de la Vega. Los apellidos son más cosa de hombres. Hombres como Rubalcaba, Gallardón, Wert o Valderas.

Por eso, si eres política, no importa de qué ideología, recuerda que #juntaspodemos. Pactemos. Los derechos de las mujeres están en juego.