Cambios radicales del e-learning

¿En qué se diferencia el aprendizaje tradicional (en formato presencial) del e-learning? Radicalmente en nada. Me explico: apelando a las cuestiones básicas, podemos afirmar que los principios del aprendizaje online vs presencial, o del trabajo colaborativo presencial vs en red son idénticos. Los comportamientos de personas aprendiendo o trabajando en unas u otras condiciones están gobernados exactamente por los mismos principios. Y aunque la topografía y la forma de algunas conductas de las personas implicadas (docentes, tutores, alumnado, compañeros de trabajo,…) o de los estímulos y condiciones bajo las que se trabaja o se produce el aprendizaje en las modalidades presencial/online puedan ser distintas, funcionalmente son equivalentes.

Un par de ejemplos. Los principios de la aerodinámica o de la biomecáncia son los mismos para ti que para Usain Bolt, aunque él haga los 100 metros en 9,58 y tú no. La ley de la gravedad es la misma para un adolescente que entra a casa con prisas como elefante en cacharrería a recoger su último olvido que para el que abre la puerta y anda casi sin tocar el suelo a las 3 de la mañana intentando ser invisible a los oídos de sus padres después de 5 horas de botellón. Los hilos de la gravedad son universales, por muy distintas que sean las formas de andar y moverse.

Las diferencias entre el aprendizaje presencial y el e-learning, entre el trabajo colaborativo cara a cara y en red no son profundas, es una diferencia de detalles (que no es poco). A veces pienso que tal vez escribimos demasiado desde un nivel teórico, reificando conceptos ya inventados, creando teorías que nos empeñamos en vestir como científicas, ideando nuevos nombres para viejas cosas, dándole un toque de modernidad y tratando de vestir de etiqueta el sentido común. Quizás escribimos demasiado sobre/desde estos aspectos profundos – no aportando mucho realmente nuevo a la práctica real- y demasiado poco sobre/desde los detalles.

No desdeño, ni critico ni considero inútil muchos de estos artículos y conversaciones, pero creo que necesitamos ocuparnos y conversar más desde los matices, sobre lo concreto, sobre los cómos y los porqués, y bajar más a menudo al nivel de la experiencia que se puede tocar y copiar y probar y mejorar. Y ser generosos con todo ello. Es ahí donde encontraremos muchas respuestas. Y muchas teorías.

Tenemos que dejar de hacer siempre lo mismo y experimentar. Y para ello imagino que debe ser importante tener claro nuestro propósito, formularnos las preguntas adecuadas -preguntas que sirvan para algo más que coleccionar certezas y demostrar(nos) que estamos en lo cierto- y experimentar

Experimentar de manera intencionada y estratégica, es decir introducir cambios en alguno(s) de los factores sobre los que tenemos control. Podemos por ejemplo, probar con actividades o dinámicas totalmente nuevas, o modificando tan sólo un pequeño aspecto de una actividad o del contexto formativo/laboral (por ejemplo reduciendo la duración de las reuniones de equipo, o la de los vídeos que tendrán que ver nuestros alumnos en casa, o cambiando el tipo de evaluación que venimos utilizando, etc.) mientras el resto de variables las mantenemos estables, y a partir de ahí observar lo que ocurre, medir, interpretar y sacar conclusiones que podamos probar e introducir a la dinámica de nuestro trabajo.

Tenemos la oportunidad de transformar nuestros talleres, nuestras clases o los grupos de trabajo que coordinamos en laboratorios de experiencias y hacer de ello una buena fuente de aprendizaje e innovación. Y tenemos la oportunidad de contar y compartir nuestra práctica para hacerla más grande, de ser generosos no sólo con las teorías que explican nuestra mirada y justifican lo que hacemos, también ser generosos conversando sobre la manera en que trabajamos, conversando sobre nuestras buenas prácticas o nuestros errores memorables.

Ser generosos y mirar para ser mirados, no sólo para esconder lo que hacemos.

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La imagen es de un cuadro de Santiago Ydañez