Cambios radicales del e-learning

¿En qué se diferencia el aprendizaje tradicional (en formato presencial) del e-learning? Radicalmente en nada. Me explico: apelando a las cuestiones básicas, podemos afirmar que los principios del aprendizaje online vs presencial, o del trabajo colaborativo presencial vs en red son idénticos. Los comportamientos de personas aprendiendo o trabajando en unas u otras condiciones están gobernados exactamente por los mismos principios. Y aunque la topografía y la forma de algunas conductas de las personas implicadas (docentes, tutores, alumnado, compañeros de trabajo,…) o de los estímulos y condiciones bajo las que se trabaja o se produce el aprendizaje en las modalidades presencial/online puedan ser distintas, funcionalmente son equivalentes.

Un par de ejemplos. Los principios de la aerodinámica o de la biomecáncia son los mismos para ti que para Usain Bolt, aunque él haga los 100 metros en 9,58 y tú no. La ley de la gravedad es la misma para un adolescente que entra a casa con prisas como elefante en cacharrería a recoger su último olvido que para el que abre la puerta y anda casi sin tocar el suelo a las 3 de la mañana intentando ser invisible a los oídos de sus padres después de 5 horas de botellón. Los hilos de la gravedad son universales, por muy distintas que sean las formas de andar y moverse.

Las diferencias entre el aprendizaje presencial y el e-learning, entre el trabajo colaborativo cara a cara y en red no son profundas, es una diferencia de detalles (que no es poco). A veces pienso que tal vez escribimos demasiado desde un nivel teórico, reificando conceptos ya inventados, creando teorías que nos empeñamos en vestir como científicas, ideando nuevos nombres para viejas cosas, dándole un toque de modernidad y tratando de vestir de etiqueta el sentido común. Quizás escribimos demasiado sobre/desde estos aspectos profundos – no aportando mucho realmente nuevo a la práctica real- y demasiado poco sobre/desde los detalles.

No desdeño, ni critico ni considero inútil muchos de estos artículos y conversaciones, pero creo que necesitamos ocuparnos y conversar más desde los matices, sobre lo concreto, sobre los cómos y los porqués, y bajar más a menudo al nivel de la experiencia que se puede tocar y copiar y probar y mejorar. Y ser generosos con todo ello. Es ahí donde encontraremos muchas respuestas. Y muchas teorías.

Tenemos que dejar de hacer siempre lo mismo y experimentar. Y para ello imagino que debe ser importante tener claro nuestro propósito, formularnos las preguntas adecuadas -preguntas que sirvan para algo más que coleccionar certezas y demostrar(nos) que estamos en lo cierto- y experimentar

Experimentar de manera intencionada y estratégica, es decir introducir cambios en alguno(s) de los factores sobre los que tenemos control. Podemos por ejemplo, probar con actividades o dinámicas totalmente nuevas, o modificando tan sólo un pequeño aspecto de una actividad o del contexto formativo/laboral (por ejemplo reduciendo la duración de las reuniones de equipo, o la de los vídeos que tendrán que ver nuestros alumnos en casa, o cambiando el tipo de evaluación que venimos utilizando, etc.) mientras el resto de variables las mantenemos estables, y a partir de ahí observar lo que ocurre, medir, interpretar y sacar conclusiones que podamos probar e introducir a la dinámica de nuestro trabajo.

Tenemos la oportunidad de transformar nuestros talleres, nuestras clases o los grupos de trabajo que coordinamos en laboratorios de experiencias y hacer de ello una buena fuente de aprendizaje e innovación. Y tenemos la oportunidad de contar y compartir nuestra práctica para hacerla más grande, de ser generosos no sólo con las teorías que explican nuestra mirada y justifican lo que hacemos, también ser generosos conversando sobre la manera en que trabajamos, conversando sobre nuestras buenas prácticas o nuestros errores memorables.

Ser generosos y mirar para ser mirados, no sólo para esconder lo que hacemos.

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La imagen es de un cuadro de Santiago Ydañez

De videoclubs e imposturas

A veces siento que la red es en gran medida una clínica de cirugía plástica, que no es más que un laberinto de espejos en el que elegimos mirarnos sólo en aquellos que mejor imagen nos devuelven de nosotros mismos, que es sobre todo un juego de egos, un lugar donde la motivación pasa en demasiadas ocasiones por mirarse el ombligo, por la ceguera y el autoengaño, donde decir y hacer pretenden ser una misma cosa, donde se habla de humildad para demostrar lo humildes que somos, donde las imprescindibles (con)versaciones cada vez son más escasas y se transforman en un juego de ecos o en simple impostura.

Estoy seguro de que estas impresiones personales retratan más mi mundo en red y mis caminos en ella que a lo que quiera que sea la red en sí, no puede ser de otra manera. De cualquier forma, estando así las mis cosas, los cómos y porqués me parecen un privilegio. En un mundo atascado en vivir rápidamente, en el que basta con mostrar el resultado, o incluso maquillarlo, o incluso fingirlo, en un mundo tan real como el virtual en el que el relato a veces sólo sirve para crear un acto de fe, pero no describe ni explica; en un contexto donde las palabras más allá del sonido no conservan su significado, detenerse a narrar, documentar y compartir el proceso de un proyecto y su resultado último, las maneras personales de mirar, los trucos, las decisiones, las debilidades o los valores propios, es sin duda alguna un acto de coraje por parte del que lo escribe y un lujo para el que lo lee.

Por otro lado reconocer y reiterar que “Por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera” es, además de un buen juego narrativo, un reto, un guiño y un reconocimiento de las propias limitaciones y de todos los caminos que quedarían por explorar.

Si además te gusta el cine desde dentro del cine, el corto y el post de Iago te pueden interesar más aún. Yo no soy ningún letrado en estas lides, me gusta mucho ver algunas películas, cortos y documentales, pero no me apasionan -por ignorancia- las zonas de blancos, la temperatura de color o las posibilidades de los etalonados.

Sin duda he disfrutado mucho el corto Josman (#dMudanza) y me ha hecho re-vivir y re-sentir con sorprendente facilidad imágenes, olores, conversaciones y sensaciones que están pegados a mi historia y que hacía mucho tiempo que no recordaba.

Pero “Cómos y porqués” habla de muchas más cosas. “Cómos y porqués” es una de las experiencias más extrañas, por infrecuente, que últimamente he visto entre los blogs de aficionados y profesionales de las redes que sigo. Esta entrada es un singular ejercicio didáctico, un acto de generosidad que poca gente está dispuesta a hacer. Como escribiera Fernando Savater al hablar de el valor de educar, “cobardes o recelosos abstenerse”.

Cosas de la educación

Aunque tengamos algoritmos y complicados modelos matemáticos que nos permiten predecir el tiempo y mirar desde nuestra pantalla las horas de sol, la velocidad del viento o la probabilidad de lluvia, los iconos, los porcentajes o los datos que aparecen en nuestras pantallas no son más que herramientas pero no son el frío, ni la nieve, ni el calor, ni el sudor.

Quien quiera entender lo que es andar calado hasta los huesos, caminar perdido con las nubes al cuello o empapado en sudor tendrá que hacer algo más que mirar su pantalla de retina 5K. Al otro lado de la puerta hay una sola pre-visión exacta y acertada, pero mil sensaciones, mil necesidades y muchas de experiencias diferentes.

De la misma manera, más allá de claros análisis de expertos, más allá de encendidos debates entre los que defienden con la misma seguridad una postura y su contraria, o más allá de argumentos ciertos y previsiones sobre las cosas de la escuela y la educación, existen miles de experiencias distintas, de triunfos y derrotas diversas, insospechadas maneras diferentes de sentir todo lo que expertos, políticos y especialistas escriben y se empeñan en predecir.

Cambiar el foco de atención desde la pantalla al aire libre, desde las palabras de los especilaistas a la vida real de las personas, a las experiencias de los propios estudiantes, padres y docentes se nos antoja imprescindible si queremos de verdad conocer y diseñar una aprendizaje desde y hacia las personas, una educación que de verdad encaje con el entorno y con las vidas de nuestros hijos y con lo que quiera que pueda ser su futuro y no con nuestras teorías tan exactas y ciertas o con nuestro pasado.

Quizás no debiera de ser tan difícil, tal vez se trate en gran parte de dejar de mirarse el ombligo, salir a sentir el frío o el calor, mirar a la gente a la cara y escuchar.

Nosotros le hemos preguntado a estudiantes, padres y maestros sobre internet y las redes sociales, sobre cómo las utilizan y sobre su opinión acerca de los deberes para casa. Ya tenemos algunas respuestas, iremos compartiendo en futuras entradas las nuevas que nos lleguen.

Gonzalo (11 años) 6º de Primaria
1. ¿Que redes sociales usas? ¿Cuanto tiempo le dedicas al día? ¿Para qué o cómo usas las redes sociales e internet en tu trabajo/escuela?
Antes usaba tuenti una vez a la semana durante el fin de semana, pero ahora sólo uso Facebook los viernes por la noche un ratillo y el fin de semana también un rato después de cenar,media hora o así.
Las redes sociales sólo las uso para hablar con mis amigos, compartir fotos y vídeos, pero para el colegio no. Internet sí lo uso para el cole porque nos mandan buscar mucha información y hacer trabajos.

2. ¿Que piensas sobre los deberes y tareas para casa? ¿Las utilizas?
A mi me mandan un montón de deberes para casa y eso que en la clase soy de los que término todos los ejercicios rápido porque si no, tendría los del cole atrasados y los de la casa. Me mandan de todas las asignaturas y como son profesores distintos porque ya estoy en sexto, no tienen en cuenta todos los que nos han mandado los otros y se juntan tantos que tengo que apuntarlo en una agenda porque se me olvidan. Yo creo que deberían mandar un poco menos porque me tengo que pasar la tarde estudiando y he tenido que dejar de ir a actividades extraescolares porque ya no me da tiempo.

3. ¿Qué es para tí la educación/la escuela, qué esperas de ella? ¿Para qué debería de servir ir a la escuela/educación, la eso o el instituto,…? ¿Qué sería para ti una escuela interesante y útil?
A mi sinceramente la escuela no es un sitio donde me guste estar, voy porque no tengo más remedio si quiero ser arqueólogo y como niño mi obligación es estudiar para estar preparado cuando sea mayor. Lo que me gusta del cole es estar con mis amigos, los recreos y las clases de educación física.
La escuela debería servir para aprender a convivir unos con otros, donde ayuden a educar a los niños que en su familia no lo hacen mucho, donde estén con los niños mientras sus padres trabajan. Donde nos ayudan a elegir y saber seguro lo que queremos estudiar para el futuro o si queremos hacer un módulo o hacer la selectividad.
Para mí una escuela interesante y útil sería aquella en la que pudiéramos estudiar más de las cosas que nos gusten porque hay cosas que es un poco tonteria que si no nos vamos a dedicar de mayores a ellas pues que perdamos el tiempo. Por ejemplo a mi la música me gusta oirla pero no tocarla que ya me he dado cuenta que es un latazo tocar la flauta, pues para qué tengo que seguir tocando la canción de los elefantes? Por ejemplo la educación física deberíamos hacerla todos porque encima es bueno para la salud. Los idiomas también porque si no hay trabajo aquí nos tenemos que ir al extranjero y la lengua porque tenemos que saber leer y escribir y tener una cultura.La religión con un par de años que la estudiáramos también sería suficiente jeje.
A mi me gustaría una escuela donde los deberes los hiciéramos todos en la clase y tener las tardes libres. Donde no hubiera exámenes sorpresa para pillarnos y siempre después de los puentes como me hacen a mi sin avisar. Donde hubiera una asignatura de lo que queremos estudiar porque a mi me encantaría que hubiera una se arqueología y me contaran muchas cosas y cada vez que en Castulo descubrieran algo nuevo que nos llevaran de excursión. Una escuela donde no hubiera enchufados ni pelotas con los profesores y donde todos nos lleváramos bien y donde en las clases nos dejen participar y no estar toda la mañana en silencio escuchando a la monja. Y donde aprendiéramos jugando, divirtiendo nos, investigando y haciendo trabajos en equipo


Alberto Fernández. Profesor de Formación Profesional e inspector de educación

1. ¿Que redes sociales usas? ¿Cuanto tiempo le dedicas al día? ¿Para qué o cómo usas las redes sociales e internet en tu trabajo?
Whatsapp, grupos de correo, discos duros virtuales compartidos, Facebook (poco). Diariamente entre 2 y 3 horas. El uso fundamental es la transmisión de información adecuada en el tiempo, trazable, obtención de feed-back, etc…

2. ¿Que piensas sobre los deberes y tareas para casa? ¿Las utilizas?
Soy contrario al tipo de ‘homework’ tradicional. Lo considero un elemento de segregación escolar porque el alumno con más posibilidades también es el que más ayuda extraescolar tiene. La escuela pública, como fuente de equidad, debería desterrar las tareas de casa, porque además ya los niños pasan bastantes horas en el cole.

3. ¿Qué es para tí la educación, qué esperas de ella? ¿Para qué debería de servir ir a la escuela/educación, a la eso o el instituto? ¿Qué sería para ti una escuela interesante y útil?
La educación tiene que servir para hacer sociedad, ciudadanos que estimen los bienes públicos, que sepan que se espera de ellos y ejerzan la crítica. El saco de contenidos de los que hoy día se atiborra a los alumnos es un gasto con un alto porcentaje de inutilidad.

Cuando la respuesta correcta es un cuadrado que no existe

El otro día, mientras mi hija de 7 años hacía los deberes, me enseñó su libro y me preguntó: ¿Papá, tú que ves aquí?, a lo que yo le respondí con otra pregunta: ¿qué ves tú? Ella me dijo que una estrella, y yo le animé a que escribiera en la zona de respuesta lo que ella veía (aunque yo ya me temía que no le iban a dar la respuesta como válida).

Al día siguiente, cuando trajo corregido el ejercicio, efectivamente su respuesta venía tachada en rojo y, escrita por su seño, aparecía la respuesta correcta: un cuadrado. Ella se enfadó y dijo que allí no había ningún cuadrado dibujado y yo la consolé intentando explicarle que a veces la misma cosa puede ser vista de manera distinta por diferentes personas y que a pesar de la corrección de su seño, su respuesta también era correcta.

Aquello me dejó pensativo y decidí hacer un pequeño experimento. Fotografié la figura y la colgué en mi muro de Facebook con el siguiente texto: “Atención, pregunta: ¿qué figura ves dibujada?”, las respuestas no se hicieron esperar y encontré que la mayoría respondía que veía un cuadrado, aunque otros respondieron que veían también una estrella o cuatro flechas amarillas. Otras respuestas fueron la rosa de los vientos, ¡un exágono!, y también hay quien se lo tomó a broma y dijo que “una tía en pelotas”; o quien conociendo mi interés por la psicología (¡¡¡ostras, soy psicólogo!!!) se temía un “psicoanálisis” on-line e intentaba afinar su respuesta. Otra de mis amigas de Facebook (que también lo es fuera de allí) contestó que veía un punto rojo y entonces le dije, de manera cariñosa, que encontraba su respuesta como un síntoma de la gravedad de su estado, pero ella me demostró contundentemente su afirmación cuando me hizo caer en la cuenta de que justo delante del enunciado de la pregunta, junto a la palabra “contesta” aparecía un punto rojo. Lo admito: “touché”.

En fin, como podéis ver, la variabilidad de las respuestas fue bastante amplia y eso me dejó bastante tranquilo respecto de lo que mi hija había escrito en su libro de ejercicios, bueno, en realidad estaba bastante tranquilo también antes.

Vale, ahora pasemos a analizar la imagen. Aunque la respuesta presuntamente correcta es un cuadrado a poco que analicemos la imagen descubriremos que eso no es así.

Argumentos:

Un cuadrado es una figura plana, cerrada por cuatro líneas rectas iguales que forman otros tantos ángulos rectos. No lo digo yo, lo dice el diccionario de la Real Academia Española. En la imagen, no aparecen por ningún lado cuatro líneas rectas iguales que formen cuatro ángulos rectos y que den lugar a una figura cerrada, por lo que el cuadrado no existe. (Esto por definición).
Si hay algo en un sitio, y lo cambiáramos de lugar, seguiríamos viendo el objeto. Si en este caso, cambiamos las cuatro flechas amarillas o simplemente las eliminamos no hay manera de encontrar el cuadrado por ningún lado, lo cual me lleva a pensar que el presunto cuadrado no existe. (Esto por intuición).

Conclusión:

Estamos ante un fenómeno perceptivo denominado ilusión óptica: Una ilusión es una percepción o interpretación errónea de un estímulo externo real. También se puede definir como una imagen sugerida por los sentidos que carece de verdadera realidad. Tampoco lo digo yo, lo dicen la Wikipedia y WordReference.

El cerebro humano, ante un estímulo confuso, reinterpreta la experiencia para darle sentido escogiendo patrones conocidos que tiene almacenados. Ante situaciones confusas “rellena” los huecos que faltan para crear algo significativo y conocido.

Reflexiones:

No todo lo que vemos es lo que parece. Debemos aprender a mirar porque tras las percepciones siempre hay interpretaciones. (Esto me recuerda la historia de un punto negro que leí recientemente no sé dónde y que he encontrado en este enlace).
Las soluciones a un problema no suelen ser únicas. La vida es mucho más compleja como para aceptar que sólo hay una solución al mismo problema. (Esto me recuerda una conocida anécdota sobre el físico danés, premio Nobel de Física en 1922, Niels Bohr).
Las preguntas no están exentas de ideología y menos aún las respuestas. Si decimos a los niños cuáles son las respuestas correctas y no los dejamos observar, pensar, interpretar… estaremos promocionando un pensamiento único y destruyendo la creatividad.
Mientras el sistema educativo se dedique a ofrecer respuestas y no a sugerir preguntas, seguiremos viviendo una educación donde más que pensar, experimentar o probar se dará prioridad a reproducir, acertar o a aprobar un examen (por cierto, ¿a-probar, podría traducirse como no-probar?).
Si ante respuestas “no convencionales” o ante soluciones “diferentes”, y no necesariamente incorrectas, “castigamos” el comportamiento, estaremos destruyendo la confianza creativa de los futuros adultos. (Esto me recuerda una charla de David Kelley en TED muy recomendable (subtitulada al castellano) y titulada precisamente “Cómo construir tu confianza creativa”).

Moraleja:

Las experiencias cobran sentido gracias (o a pesar) del contexto en el que se desarrollan. Tengo la experiencia de ver un cuadrado porque el contexto así me lo hace ver incluso cuando técnicamente no existe. Pero si mi experiencia es otra, no puedo permitir que sean otros quienes interpreten por mí lo que siento, lo que percibo, lo que veo.

Un simple experimento en Facebook:

Una pregunta a bocajarro en la Red Social ha generado una divertida y fluida conversación donde hemos hablado de la rosa de los vientos, hemos aprendido que un cuadrado es un paralelogramo y que además es un tipo especial de rectángulo (un rectángulo equilátero) y también que es un tipo especial de rombo (un rombo equiángulo); hemos descubierto puntos rojos más allá de ilusiones de cuadrado y hasta hemos hablado de sexo (por aquello de la mujer desnuda que alguien vio quién sabe si escondida tras el cuadrado blanco)

Nota aclaratoria:

Este tonto experimento surgido de una ingenua pregunta en el libro de ejercicios de mi hija sólo ha sido una excusa para pensar en voz alta acerca de algunos asuntos relacionados con la educación. Sólo ha sido una excusa para mirar más allá de la aparente existencia de un cuadrado inexistente. Sólo ha sido una excusa para conversar.

Imagen extraída del libro de texto Tengo todo, cuaderno de matemáticas 6, pág 25. Tengo todo es un proyecto pedagógico creado por Anaya Educación para el Primer Ciclo de Educación Primaria. Grupo Anaya, S.A. (2013).

¡Más dopamina! (o sobre la medicalización del aprendizaje)

Algunos amigos me lo tienen dicho “no te metas por ahí, no leas estas cosas que después nos toca a nosotros aguantarte” Y llevan razón, y por más que lo sé y por más que me exponga a ellas no logro habituarme.

El caso es que hace unos días pesqué en las redes este post sobre Neurociencia, trastornos de aprendizaje y fracaso escolar en el que se afirma: “La primera causa de las dificultades de algunos alumnos para seguir el ritmo del resto de compañeros son los trastornos del aprendizaje, que afectan en torno al 15% de la población en edad escolar (4-5 alumnos en cada aula de 30). Nos cuesta mucho concebir que aprender depende principalmente del cerebro. Los trastornos para el aprendizaje, de base neurobiológica, están detrás de la mayoría de casos de fracaso escolar. El mundo educativo tendría que asumir que como mínimo el 15% de la población en edad escolar tiene algún trastorno del aprendizaje”.

Maldita neuromanía!!. Pareciera como si cualquier actividad humana, desde la más simple a la más compleja, pudiera explicarse en términos de estructuras cerebrales y sus procesos fisicoquímicos, todo ello apoyado por un peculiar márketing de lo científico y lo académico que lo envuelve todo de un halo futurista e irrefutable.

Permitidme que divida y comente ese breve post en tres partes.
Se comienza diciendo: “La primera causa de las dificultades de algunos alumnos para seguir el ritmo del resto de compañeros son los trastornos del aprendizaje, que afectan en torno al 15% de la población en edad escolar (4-5 alumnos en cada aula de 30)”.
Sin duda esta afirmación es un gran disparate. Bueno, ya que estamos en red seamos más cautos y digamos que se trata de un argumento pseudocientífico y tautológico, una afirmación circular que no explica nada, que pretende ofrecer como explicación de una realidad lo que no es más que una descripción de la misma. Afirmar que “La primera causa de las dificultades de algunos alumnos para seguir el ritmo del resto de compañeros son los trastornos del aprendizaje” es tanto como decir que “la primera causa de que una persona tenga 39,5º de temperatura es la fiebre”. Un gran argumento científico ¿verdad?.

Continuemos re-leyendo: “Nos cuesta mucho concebir que aprender depende principalmente del cerebro. Los trastornos para el aprendizaje, de base neurobiológica, están detrás de la mayoría de casos de fracaso escolar”.
¿Qué aprender depende principalmente del cerebro? El mito del cerebro creador, revelación divina!!! Por supuesto, sin cerebro no hay aprendizaje, ni respiración, ni vida, pero tal vez el aprendizaje tenga algo que ver con aspectos mucho más mundanos como la educación y las costumbres familiares, el dinero que invierte el gobierno en educación, tener buenos maestros, tener recursos y materiales adaptados, poder acceder con facilidad a los centros de cultura y ocio, tener buenos hábitos, estar interesado, esforzarte un poquito cada día,…

Por otra parte, ¿qué será eso de “trastornos del aprendizaje con base neurobiológica”? Que yo sepa todos los trastornos y los éxitos en el aprendizaje o de cualquier otra actividad humana tienen una base neurobiológica. Este reduccionismo cerebrocentrista desplaza a la persona y a la cultura a un punto residual, a mera variable dependiente, despojándolas de su responsabilidad y negándoles su papel como creadores no sólo de su propio cerebro o de su aprendizaje, también de sus actos, sus decisiones, de sus sentimientos, sus pensamientos, sus pasiones, sus miedos o sus miserias.

Y terminemos con la última frase: “El mundo educativo tendría que asumir que como mínimo el 15% de la población en edad escolar tiene algún trastorno del aprendizaje”.
Ante este tipo de afirmaciones y conclusiones el siguiente paso lo tenemos servido en bandeja: medicalicemos el aprendizaje. Incluyamos más asignaturas de neuropsicología en los planes de estudios de profesores y orientadores, menos filosofía menos pedagogía y menos psicología y más neurotransmisores. Incluyamos médicos o neuropsicólogos en los departamentos de orientación, en los equipos de educación especial, incluyamos un TAC en cada instituto, exijamos las madres imágenes en color del cerebro en funcionamiento de nuestrxs hijxs, que nos digan cómo estimular la amígdala para que nuestrxs alumnxs trabajen más y mejor de manera colaborativa o cómo activar las neuronas espejo para potenciar su empatía. Y dejemos que las compañías farmacéuticas comiencen a decirnos qué es un problema de aprendizaje y qué no y cómo debe ser tratado. Cambiemos la sal y el aceite de oliva virgen extra de los comedores escolares por Ritalin, Adderall o Concerta (metilfenidato, droga utilizada con los niños diagnosticados con TDAH -Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). ¿Te parece exagerado este comentario?

Si quieres profundizar en estos despropósitos no dudes en abrir este archivo al que hace referencia y se enlaza desde el post que hoy estamos comentando. “El aprendizaje en la infancia y la adolescencia: claves para evitar el fracaso escolar” es un documento del Observatorio de Salud de la Infancia y la Adolescencia del Hospital de Sant Joan de Déu, con la colaboración de Obra Social Fundación “la Caixa”. El equipo de autores está compuesto por un pedagogo, una logopeda, un director de un centro escolar y 4 neuropsicólogos (pareceía demagogia lo de medicalizar la educación ¿verdad?). Este equipo elabora un remix de distintos datos y afirmaciones, algunas serias, otras vagas, derivadas de distintos estudios relacionados con la infancia, la adolescencia, el aprendizaje, la psicología, la pedagogía o la neurología e incluye unas estupendas imágenes de cortes sagitales y axiales del cerebro coloreado, estableciendo relaciones causales donde no hay más que correlatos fisiológicos de ciertas actividades con dchas imágenes cerebrales.
Al menos se reconoce en el mismo documento que “No existe ningún marcador biológico para el diagnóstico del TDAH. Es decir, ningún análisis ni prueba médica es útil.” (ver vídeo de más arriba) Y sin embargo se afirma con rotundidad que la base del trastorno es especialmente de tipo médico y parte imprescindible del tratamiento sería farmacológico. Curiosa prudencia para hablar como científicos. A la luz de este trabajo pareciera que nada tiene que ver la desigualdad social y económica en los trastornos del aprendizaje, o que no afectan al rendimiento escolar aspectos como el nivel cultural de los padres o algunas costumbres familiares como la lectura.

Sea como sea, esta moda del cerebro no es algo nuevo, se trata de una sugerente tendencia alimentada por los mass media y por muchos gurús en las redes sociales de distintas disciplinas, una tendencia que seduce con habilidad, gracias a su lenguaje atractivo y metafórico, y conquista a científicos, académicos y personas de andar por casa y a los profesionales no solo de la educación, de la medicina o de la psicología, también de la economía (neuroeconomía), el márketing (neuromárketing), la ética (neuroética), religión (neuroteología), el comportamiento social (neurociencia social), la educación (neuroeducación), etc. Por no hablar del juego y el fascinante pero falso apoyo científico que este lenguaje le ofrece a muchos de los que se dedican a lo que quiera que sea el coaching y otras psicocosas.

Este uso mágico-científico del lenguaje de la (neuro)química-física-bilogía parece poder explicar casi cualquier acto que tenga que ver con lo humano, y aunque reducir nuestra complejidad al funcionamiento del cerebro puede parecer una solución científica, atractiva y elegante, esto no deja de ser a día de hoy una ilusión, una quimera, además de un magnífico negocio.

No se trata de olvidar el papel del cerebro ni negar los importantes y necesarios avances de la neurociencia y su utilidad. Sin embargo otro enfoque más humanista y con mayor serenidad a la hora de sacar conclusiones y grandes titulares es posible. Un grupo de científicos desde la psicología y la neurología comienzan a dejarse ver ( Paolo Legrenzi, Molly Crockett, Marino Pérez,…) y a ofrecer una perspectiva distinta sin dejar de atender y reconocer la importancia que el cerebro tiene para entender el comportamiento, las enfermedades, los logros, la sociedad,.. Profesionales que tienen muy claro que se trata de niveles de análisis diferentes que no se deben mezclar alegremente ni establecer entre ellos relaciones mecánicas causa-efecto. Se trata de científicos, psicólogos, filósofos que no pierden de vista que el ser humano no sólo es una entidad biológica, sino también biográfica y cultural. Bajo mi punto de vista, esta forma de entender y estudiar el cerebro no sólo es mucho más seria, sino también mucho más útil y prometedora para entender(nos) mejor y abrir nuevas preguntas, nuevos caminos y nuevas soluciones.

Mis amigos llevan razón, no debería exponerme a estos blogs. Debe ser que mi amígdala no está muy desarrolla o que ando fatal de neuronas espejo y no puedo empatizar y, sin remedio, me pongo negro cuando leo este tipo de artículos de la “ciencia amarilla”.
Hoy pediré doble ración de dopamina en la ensalada.

Hablar en público: Cuando te empujan a la piscina

¿Qué pasaría si empujásemos a un niño que no sabe nadar a una piscina? Lo más seguro es que acabara ahogándose, aunque el propio instinto de supervivencia (la vida le va en ello) le llevaría a realizar todos los esfuerzos por salir de allí. Por supuesto, la ayuda de algún adulto para sacarlo de la piscina sería todo un detalle por su parte aunque si volviera a empujarlo una y otra vez y no se pusiera manos a la obra de enseñarlo a nadar, la probabilidad de que ese niño acabara odiando el agua sería bastante alta y, seguramente, si finalmente acabara aprendiendo a nadar, su ejecución sería bastante deficiente.
¿Qué pasaría entonces si “empujásemos” a un niño al que nadie le enseñó a hablar en público a la pizarra para que exponga un trabajo, resuelva un problema o responda a una pregunta? Seguramente también se ‘ahogaría’, aunque como la vida no le va en ello, probablemente en el futuro evitaría cualquier situación parecida. Por supuesto, la ayuda de algún adulto para salir del aprieto sería todo un detalle por su parte aunque si volviera a empujarlo una y otra vez y no se pusiera manos a la obra de enseñarlo a hablar en público, la probabilidad de que ese niño acabara odiando “la pizarra” sería bastante alta y, seguramente, si finalmente acabara teniendo que hablar en público su ejecución sería bastante deficiente.

Cuando enseñamos a un niño a leer dedicamos una gran cantidad de esfuerzo y energía en el proceso hasta que poco a poco, es capaz de hacer una lectura fluida y comprensiva. Ese proceso requiere atención, seguimiento, ayuda y práctica, mucha práctica. Ningún esfuerzo parecido se hace para que un niño aprenda a hablar en público, probablemente porque pensamos que como ya sabe hablar, hacerlo en público no requiere de ninguna técnica complementaria. Pero ese es el error.

Hablar en público es una técnica, y como tal debe aprenderse. Igual que enseñamos a los niños a dibujar y a expresarse a través del dibujo o a redactar y a contar historias por escrito, deberíamos enseñarlos a expresar sus ideas ante un auditorio. Algunos llegarán a hacerlo tan bien que podrán convertir la técnica en un arte, lo mismo que algunos redactan o dibujan tan bien que acaban convirtiéndose en escritores o pintores de éxito, pero a nadie se le ocurriría dejar de enseñar a dibujar o redactar a un niño porque no tiene madera de artista. ¿Por qué renunciamos a enseñar, entonces, a los niños a hablar en público?

La habilidad de hablar en público es una competencia necesaria para el desempeño de muchas ocupaciones: docentes, comerciales, directivos y mandos intermedios, psicólogos, trabajadores sociales, educadores, monitores, etc. necesitan de esta habilidad y, sin embargo, en muy pocos lugares se enseña. Probablemente por ese motivo, hablar en público genere grandes dosis de ansiedad y miedo entre la mayor parte de las personas a las que se les presenta la oportunidad viendo este escenario como un desafío difícil de afrontar.

Cuando propones a alguien que exponga algo en público la respuesta habitual suele ser “me da miedo”, aunque probablemente la respuesta correcta sería “no sé cómo hacerlo”, y es que nos escudamos en el miedo para no hacerlo cuando el verdadero motivo es la falta de habilidad.
La ansiedad, el miedo, son emociones adaptativas que se activan cuando nos enfrentamos a situaciones que requieren por parte de la persona ciertos niveles de alerta. Hablar en público supone por nuestra parte descubrirnos ante los demás, mostrarnos tal y como somos y por tanto, puede ocasionar cierta dosis de ansiedad, pero es una ansiedad necesaria y fundamental para movilizar los recursos necesarios para hacerlo bien, ¡ah!, ¿pero si no sabemos cómo se hace?, ¿podremos hacerlo bien?…

Aprender a hablar en público es un reto y un desafío del sistema educativo en cualquiera de sus niveles (escuela, instituto, formación profesional, universidad), es una forma de comunicación a la que no se presta atención y de la que el éxito de muchos profesionales depende.
Nuestra experiencia nos dice que aprender la técnica de hablar en público no sólo mejora la ejecución de quienes tienen que hablar ante un auditorio sino que, además, reduce sus niveles de sufrimiento llegando incluso, en muchos casos, a considerarse como una fuente de satisfacción.

“Érase una vez una niña que aprendió a hablar y a través de las palabras comenzó a entender el mundo que le rodeaba. La niña creció y aprendió a leer, y a través de las palabras comenzó a descubrir otras realidades más allá del mundo que le rodeaba. La niña creció un poco más y aprendió a hablar en público, y a través de las palabras pudo compartir con los demás todo lo que había aprendido… y colorín colorado, este cuento todavía no ha comenzado”